Revista Psicología

Andy Clark. Supersizing the Mind: Embodiment, Action and Cognitive Extension. Oxford; Nueva York: Oxford University Press, Inc., 2008, 320pp.i

Por Bernardo Pino Rojas

El avance de los estudios de neuroimagen ha mostrado y confirmado, hasta cierto punto, el rol que juega el cerebro y la actividad neuronal en diversos actos u operaciones normalmente considerados bajo el rótulo de cognitivos. En Supersizing the Mind: Embodiment, Action and Cognitive Extension, Clark recapitula una defensa de la hipótesis de la cognición y la mente a partir de la cual lo anterior no debiera considerarse como única evidencia relevante para sostener que la maquinaria neuronal y la cognitiva (sea lo que sea esto último) están igualmente confinadas dentro los límites de la caja craneana. Con esto se hace alusión a dos aspectos importantes de la defensa en cuestión. Por un lado, la relevancia que se le otorga a la interpretación selectiva de cierta evidencia experimental para fundamentar determinadas hipótesis de lo mental. Por otro lado, la reacción radical a la postura individualista abrazada por la Ciencia Cognitiva clásica o de primera generación, según la cual una mente, en tanto locus de la inteligencia, debiera ser entendida como un arreglo material en el que los estados psicológicos de un individuo están en algún tipo de relación de determinación causal circunscrita al cerebro.

Con relación a la extensión extracraneal del procesamiento cognitivo propiamente tal, Clark insiste en la misma estrategia de defensa desplegada a lo largo de la última década. Esta estrategia le ha reportado relativa inmunidad sobre la base de un principio laxo y, por lo mismo, también le ha otorgado cierta flexibilidad argumentativa frente a la crítica filosófica más tradicional o menos experimentalmente apoyada. El principio en cuestión es el de paridad [Parity Principle], según el cual “si, confrontados a una tarea, una parte del mundo funciona como un proceso que, de ocurrir en la cabeza, no dudaríamos en aceptar como parte del proceso cognitivo, entonces esa parte del mundo es (para dicha ocasión) parte del proceso cognitivo” (p. 77, y originalmente en Clark y Chalmers 1998, p. 8. El énfasis de esta cita, y todas las traducciones de esta reseña son de mi responsabilidad).

El nuevo libro de Clark está conformado por tres capítulos y un apéndice, además de un prólogo escrito por David Chalmers, con quien Clark compartió la autoría del artículo “The Extended Mind” (1998), originalmente publicado en Analysis. Este es precisamente el artículo que constituye el apéndice del libro que reseño, y el cual marca el punto de partida de las subsecuentes polémicas que motivan y alimentan esta nueva publicación. Desde el inicio del libro, quedan claros tanto su objetivo general como alguno de los problemas o desafíos más serios que la Hipótesis de la Mente Extendida (HME) ha debido enfrentar, y que aquí prometen ser tratados de manera actualizada y fortalecida. El objetivo general del nuevo trabajo de Clark es doble y consiste en preguntarse -y por lo tanto intentar responder- cuándo y dónde una perspectiva extendida de la mente es la indicada, y de qué manera esta perspectiva permite agregar una nueva y (supuestamente) más completa unidad de análisis a las ya reconocidas del cerebro y el organismo corporalizado. Si la HME es correcta, esta nueva unidad de análisis es la conformada por complejos ensamblajes híbridos y oportunistas que incorporan elementos del ambiente, de modo que la reconfiguración de los aspectos físicos relevantes a una tarea cognitiva determinada, también corresponde a la reconfiguración de nuestras capacidades de pensamiento y razón. Con relación a los desafíos ya clásicos de la HME, los más centrales están ya anticipados, aunque con soslayo, por el propio Chalmers en el prólogo, y se resumen en tres: primero, la preocupación respecto de las diferencias básicas de procesamiento entre los denominados procesos cognitivos internos y externos. Segundo, la amenaza de que la mente, entendida según la HME, se extienda muy lejos en el mundo. Tercero, la amenaza de que en una visión extendida de lo mental se pierda el rol central que juega el cerebro.

El foco de cada uno de los tres capítulos principales del libro se resume de la siguiente manera. En el capítulo I, se abordan exploraciones empíricas actualizadas como trasfondo para la presentación de una perspectiva extendida. Esta evidencia experimental se organiza, por un lado, con relación al funcionamiento activo del cuerpo y, por otro, a la participación del ambiente local, donde se incluye el rol de los denominados “símbolos materiales” (i.e. las palabras escritas en papel o los sonidos del habla en el aire) del lenguaje como andamio o súper nicho cognitivo. El capítulo II aborda el tipo de desafíos ya mencionados, sobre la base de: (a) los debates en torno a la intracranealidad /extranealidad de la mente; (b) los debates en torno al denominado “hipo cognitivo” (HEMC, HEC, HEMC …), en alusión a las siglas de las Hypothesis of Extended Cognition (HEC) y Hypothesis of Embedded Cognition (HEMC), respectivamente, y a cómo el optar por la alternativa más conservadora –en los casos relevantes- obscurece lo que puede ser de mayor interés científico y filosófico; y, finalmente, (c) una serie de estudios de casos y ejemplos para presentar argumentos actualizados en torno las preocupaciones señaladas. El capítulo III, por su parte, aborda ciertas limitaciones de la HME, tratando de establecer las condiciones sobre las cuales esta perspectiva puede calzar en el contexto de las ciencias de la mente. Así, lo que se puede apreciar en el nuevo libro de Clark, desde cierta distancia, es una síntesis actualizada de las respuestas que, con algún éxito -si por esto se atiende a la inquietud que su visión ha provocado en los círculos relevantes-, el principal exponente de la HME ha ido generando para hacer frente al juicio crítico de sus contradictores. Desde cierta distancia, digo, porque el panorama no está libre complicaciones cuando se aborda en detalle.

Uno de los riesgos de los planteamientos de Clark, que no ha pasado inadvertido para los críticos de la HME, es el carácter trivial que puede adquirir la concepción metodológicamente promiscua y oportunistamente extendida de la cognición. Si sólo algunas partes del mundo son incorporables a la agencia cognitiva, siempre y solamente cuando se es requerido que esta incorporación sucedai, el cuestionamiento que correspondería hacer es cuáles de todas las posibles partes participantes son las que se incorporan exactamente, en qué medida o con qué alcance científico, y bajo qué condiciones de acoplamiento claramente identificables. Si, por otro lado, todas y cualquiera de las partes del mundo participantes en la solución de alguna tarea determinada, tienen iguales derechos y oportunidades causales, entonces gozaría de cierta plausibilidad la denominada falacia de acople-constitución que Adams et al. (2008) han planteado para oponerse a la HME, y para defender la idea de que aún no hay buenas razones para sostener que la cognición haya dejado de ser algo que se explica mejor en algún tipo de dependencia causal con el cerebro.

Lo que se insiste en defender en Supersizing the Mind es el planteamiento de que la maquinaria física que realiza alguno de nuestros procesos cognitivos y estados mentales se extiende fuera de los límites del cerebro y el cuerpo. Esto es, por cierto, una afirmación más radical que la de considerar a los elementos extracraneales como simples apoyos contingentes de la cognición, pero no se debe olvidar que este “sistema ensamblado” está resguardado no por la descripción específica de cómo tales y tales acoplamientos ocurren con respecto a tales y tales partes del mundo, sino por medio del principio de paridad. De aquí que alguien podría incluso sostener que considerar cognitivo a este tipo de sistemas equivale a una forma de hablar acerca de un tipo de sistema que atrae el interés de una cultura específica conformada, en este caso, por filósofos experimentales y cientistas cognitivos. El juego de lenguaje en cuestión se podría aclarar planteando que, hasta nuevo aviso, la unidad de análisis extendida de múltiples niveles aquí propuesta bien puede constituir un sistema complejo legítimo, pero que de eso no se sigue, al menos sobre la base de la eventual combinación de sub-regularidades causales subyacentes, que dicho sistema tenga el carácter de cognitivo.

Según la visión optimista de Clark frente a los desafíos planteados, sólo un entendimiento de la cognición como un sistema extendido puede dar lugar a lo que considera una progresión correcta hacia una ciencia madura de la mente. A su parecer, una progresión en ese sentido no es del todo incompatible con algún aspecto representacional-computacional de la mente, aunque sí con una explicación exclusivamente comprometida con los términos de dicho enfoque clásico. Es más bien una progresión que prometería evitar la tensión claramente irreconciliable entre la visión representacional clásica y otra radicalmente corporalizada. Eso sí, en la medida que se acepte la “desparramada” combinación e interpretación de la evidencia científica que el libro de Clark presenta como un atractivo caleidoscopio experimental.

BERNARDO PINO ROJAS

© MAGÍSTER EN ESTUDIOS COGNITIVOS

UNIVERSIDAD DE CHILE

[email protected]

i Esto implica no sólo una diversidad de niveles de análisis, sino que también confina la cognición a lo que ocurre exclusivamente en el presente.

REFERENCIAS

Adams, F. and Aizawa, K . (2008). The Bounds of Cognition. Malden, MA; Oxford: Blackwell Publishing

Clark, A. and D. Chalmers. (1998). “The extended mind.” Analysis58, no 1: 7-19.

http://urbanguyb.blogspot.com/

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