Revista Cultura y Ocio
Mencionada por:
Pedro Javier Martín Pedrós
Menciona a:
Manuel Vilas
Luisa Castro
Julia Uceda
Mario Cuenca Sandoval
Ángela Serna
Pedro Javier Martín Pedrós
Itziar Mínguez Arnáiz
Benjamín Prado
Juana Castro
Roberto Lastre
Felipe Benítez Reyes
Dionisia García
Julia Otxoa
Carlos Edmundo de Ory
Antonio Varo Baena
Kepa Murua
Elena Medel
Juan Carlos Mestre
Bio-bibliografía
Ángela Mallén, Alcolea del Río (Sevilla). Poeta y narradora. Licenciada en Psicología, estudios de Pedagogía y Filología. Ha sido funcionaria, profesora universitaria, intérprete, traductora, hada de casa y trotamundos. Hizo nido en Andalucía, en el Mediterráneo, en Austria y en el País Vasco. Premio Internacional de Poesía “Leonor de Córdoba”, con Courier -Los trenes del sur- (2003). Finalista en el XXXV Concurso Cuentos “Hucha de Oro” y en el Premio Internacional Poesía Amorosa 2007, Círculo Bellas Artes Palma de Mallorca. Otras publicaciones: Los caminos a Karyukai (2005), Palabra de elefante (2007), La noche en una flor de baobab (2009). Colabora en revistas como Galerna, Ágora, Espacioluke, Texturas, Arte Activo, Kaskarinia, Azuldemar, Agitadoras y otras. Participación en antologías: Pólvora blanca (2003); Poetas en Solidaridad con los Afectados por el Sida (2007), Decir que somos lo que somos (2008), Sin dejar señales (2010), Tintas para la vida (2010).
Poética
Las palabras acercan y agrandan la visión, la percepción, la memoria y la emoción. No tengo mejor manera de indagar en mi mundo. Si das con las palabras adecuadas se escucha la música del pensamiento. Puede que entres con ellas en un edificio de luz.
Poemas
Salto verde (Quai d´Orsay)
Aquella noche era más verde que esta noche,
y más verde que todas las noches.
Casi tan verde como perderse en el mar;
como desnudarse bajo un astro esmeralda,
como la ausencia en un bosque.
Ya no había nadie asomado a las ventanas
de una casa más alta que las olas y los barcos,
más interna que los peces noctívagos.
Una casa tragante de la luz vespertina,
engullidora de la calle, perros, luna.
El mundo agonizaba alrededor de nuestra casa,
ahogado en el verde más claro de la noche.
El vacío explotaba como una bomba bajo agua.
Vacuum
Crecen flores de hielo en un campo encendido.
Yo soy la famosa perdedora. La que siempre elige la opción B. La sacerdotisa de las alcantarillas. La que nunca pondrá un pie en Nueva York. La factotum. La desglamourada. La antireinona.
Soy la que abunda.
A mi paso los ojos se desactivan. Tengo suerte. Porque ser mirado es ser acertado. Mirar es derrumbar.
Ni los muertos ni yo somos transgresores. Somos transversales. Existimos en diagonal. Cultura, ideología: todo lo franqueamos. Por todo nos filtramos. En los posos nos reconocemos. En las cuevas de extraños.
Que nadie nos mire. Ni a ellos ni a mí. Ser mirado es ser imantado.
Compartimos dones y condenas. Captamos tránsitos. Olemos cambios. Nos entristecemos antes. Nos esperanzamos antes.
Que nadie nos observe. Porque ser mirado es ser recogido. Mirar es cortar.
Cierra los ojos ya. No ver es oler.
Crecen flores de hielo bajo un cielo incendiado.
Frío
Mi madre me llevaba
todo recto por el frío.
Ahora veo la estatua de hielo que éramos
en aquella ciudad vieja del nordeste.
Tuve suerte de erigirme
esperando con ella
en el centro del frío, debajo del castillo.
Yo tenía su fragancia,
¿o era su miedo?
¿o su temeridad?)
Mi madre me llevaba todo recto por el frío.
Había una iglesia grande donde olían
a incienso las gitanas
sentadas en la noble escalinata.
Los gigantes dormían en la Casa
Consistorial.
Mi madre me llevaba
todo recto por el frío.
La calle San Antonio,
enfrente de la tienda
del petróleo y las papas, junto a los Cines Fémina,
hasta la pastelería.
Dos galletas ovaladas:
chocolate y anises de colores.
Ternura, privilegio.
Un cándido secreto.
En el centro del frío,
me comía a mi madre.