Revista Cine

Ángeles de la muerte

Publicado el 25 septiembre 2012 por Francissco

Ángeles de la muerte

Los ángeles del fuego han vuelto a visitar la provincia donde vivo para propalar otra vez las llamas sobre sus habitantes más indefensos, los bosques de pino y romero mediterráneo.

Una de las zonas que ardió este verano parecía después el mismísimo portal de los infiernos. Una vasta extensión de cenizas grises, de la que brotaban muñones negros, que era todo lo que había quedado de unos pinos sensuales y hermosos, que desafiaban todos los cambios climáticos habidos y por haber.

Ni sé ni quiero saber lo que pasa por las mentes patológicas y repugnantes que incendian los bosques. Imagino que habrá de todo, además de intereses mafiosos: existirán enfermos de mierda, que deberían estar diagnosticados y hospitalizados. Porque no concibo una “enfermedad” más destructiva para con todos excepto ellos mismos, al contrario de todas las psicosis convencionales, donde el enfermo es el que más sufre.

Esta especie peculiar de sociópatas y asesinos arbóreos ha recibido -por desgracia-  el honor de ser etiquetados como portadores de una patología, con lo que la justicia no puede emplearse tan a fondo con ellos. Se dice que esta especie de íncubos con forma humana sienten algo parecido al goce sexual cuando ven las llamas. Experimentan, por tanto, lo que quizá no logran consumar jamás.

Ya decía Nietzsche que lo más peligroso de este mundo era el resentido, el que odiaba y le tenía asco a la vida. Como quizá no se atreven con la vida humana, para tranquilidad nuestra, quieren herirnos mutilando el paisaje, la contemplación y la vista, así como el oxígeno que necesitan nuestros pulmones. Condenan a las poblaciones locales a vivir contemplando el paisaje del averno para el resto de sus días, padeciendo la impotencia y la resignación y viviendo en estado de sitio.

No puedo dejar de pensar frecuentemente en que me gustaría pillar in fraganti a una de estas serpientes y meterle un tiro. No puedo evitar desearlo, sobre todo cuando contemplo sus obras. Cuando miro esa extensión de polvo y desolación que cada vez más rodea a las poblaciones de mi zona, recordando los bombardeos y trincheras de la Gran Guerra. Las lluvias de este Otoño venidero lo convertirán todo en barro y lo arrastrarán, descarnando la montaña como si fuera una res en el matadero.

A ver: que porqué no podremos reorientar a estos cabrones para que incendien las casas de los políticos y los banqueros…

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