Viñetas de “Angelus Hostis” de Santiago Páez y Rafael Carrasco.
Por Iván Rodrigo Mendizábal
(Publicado originalmente en Amazing Stories Magazine, el 26 de marzo de 2015)
Angelus Hostis (2012) es una novela gráfica de ciencia ficción escrita por Santiago Páez y dibujada por Rafael Carrasco. Se trata de una colaboración entre dos intelectuales ecuatorianos de notable valor: el producto es la primera parte de un cómic que, esperamos, tenga alguna continuidad futura. Pero, tal como está presentada incluso sus autores parecería que estén planteándonos el uso de la estética gráfica para darnos una obra compleja y harto rica en significaciones. Cabe señalar que Páez es uno de los escritores contemporáneos más importante de la nueva narrativa ecuatoriana; ha escrito en el campo de la ciencia ficción el libro de cuentos Perdidos en la galaxia (1994), las novelas: Shamanes y reyes (1999), Crónicas del breve reino (2006) y más recientemente Ecuatox (2013). Carrasco es un joven artista gráfico y cineasta; es creador de otro cómic de ciencia ficción, Wandom y la galaxia perdida (2013).
Hablar de cómic en Ecuador no es nada nuevo, en particular en el terreno de la ciencia ficción. Una entrada que realicé para mi blog Ciencia ficción en Ecuador, bajo el título de: “El cómic y la novela gráfica de ciencia ficción en Ecuador” del 27 de septiembre de 2014, en efecto da cuenta de la evolución que el arte secuencial gráfico en el género de la ciencia ficción ha tenido en el país. De este modo, se puede decir que las primeras muestras de cómics, en este contexto, son los trabajos de J.D. Santibáñez, Fernando Naranjo Espinosa y Darío Antepara. El primero publicó en 1985 “Ecuador siglo 21”, un relato futurista, en el diario de Guayaquil, El Meridiano, mientras que el segundo, en el mismo año, es recordado por “Quil, la chica del futuro”, igualmente para dicho medio de comunicación; el tercero de los autores citados, también en 1985 publicó “The number of the beast” en la revista Rift Rock. Desde esos momentos se han presentado otros trabajos de jóvenes artistas hasta derivar en libros más elaborados como el de Santibáñez, Comic Book (2008) o El espejo humeante (2014) de Eduardo Villacís Pástor. La novela gráfica de Páez-Carrasco, Angelus Hostis es una seria apuesta que da pistas de todo el trabajo de jóvenes escritores y diseñadores quienes tratan de dar vida al cómic en Ecuador.
Angelus Hostis es la historia del teniente de policía y detective, Córdova, y su ayudante, el sargento Cruz, una pareja de oficiales al servicio de la ley, quienes deben desentramar un hilo de asesinatos y de muertes misteriosas que se suceden en la benemérita ciudad de Cuenca hacia el año 2120. Precisamente la novela abre con un asesinato en el que un padre mata a su hija en un estado de shock; a los pocos minutos el nombrado “Ángel de la muerte” está en la escena del crimen y luego desaparece. Al parecer hay un patrón en estas muertes porque es este ángel quien se presenta y se aleja por los cielos dejando una huella en la memoria de quienes lo ven: es así que tal ángel se convierte en una especie de mito por muchas décadas en tanto los crímenes no terminan por resolverse. Córdova y Cruz ahora están decididos a seguir las huellas de dicho ángel. Se menciona de unos domos que son inexpugnables, los cuales han ido emergiendo en la ciudad, los cuales pronto se constituyen como parte del paisaje urbano. El misterio, por lo tanto, está detrás de dichos domos. Para llegar a ellos, los agentes deben ir tras las pistas, tras antiguos contactos, tras los oscuros espacios que la ciudad abre a individuos que trafican, o que tienen mafias armadas, e incluso corporaciones. Esto supone vivir una serie de aventuras, de persecuciones en artefactos voladores, hasta llegar al corazón del asunto, dentro de la abandonada Catedral, medio por el cual se ingresa a una especie de inframundo donde el ángel de la muerte es apenas uno de los guardianes, y donde se está un súper cerebro que ha reconfigurado las antiguas redes de internet al punto que en un ejercicio autopoiético, ha terminado conformando una red neuronal-tecnológica con dominio del mundo. Los súper humanos androtrónicos son los que viven de esa red global, de las muertes de las personas y de su energía.
Angelus Hostis une dos estéticas literarias: la del policial con la de la ciencia ficción; y lo hace de manera magistral. La policial supone un tejido inteligente donde lo que importa es el desarrollo de los personajes. El motivo del crimen es apenas el abrepuertas para introducirnos en la psicología de Córdova y de su acompañante Cruz. Nos damos cuenta, por ejemplo, que Córdova es una policía que disfruta de su soledad y es arriesgado o reservado pero al mismo tiempo curioso. La graficación, en este marco, es muy sugestiva, pues los rasgos y los matices del dibujo ayudan a mostrar a un policía que incluso puede verse como producto de su tiempo, algo desencantado y con poco que perder. Recuerda en cierta medida al tipo de detective esbozado por los grandes clásicos del género de la novela negra, en particular Sam Spade de Dashiell Hammett, sin olvidar a un Philip Marlowe de Raymond Chandler. Incluso la caracterización gráfica futurista anacrónica recuerda a Rick Deckard en la versión de Ridley Scott en Blade Runner (1982). A su lado, el sargento Cruz es más bien más dicharachero, algo más alegre; su caracterización lo hace, si se quiere, como un personaje venido de las honduras del pueblo. Son como las figuras parodiadas del Quijote y Sancho Panza porque no son ni idealistas ni seres completamente racionales; ambos muestran dos lados de un tipo de sociedad: la una que no se traga fácilmente los embustes –el mito del ángel o de los medios electrónicos– o la otra que disfruta del riesgo.
En otras palabras, el camino del policial es una preciosa entrada para hacernos seguir con interés las aventuras de los personajes, para que estemos acuciosos a los diálogos sobre la vida social de ese Ecuador futurista el que igualmente, no obstante su desarrollo tecnológico, sigue siendo una especie de lugar mágico con su halo de pasado que pervive en sus calles y sus edificios. De ahí el salto a lo cyberpunk, donde la sociedad del futuro es presentada con ese contraste entre alto desarrollo tecnológico y bajos estándares de vida: hay quienes viven, si se quiere, bien, y hay otros que viven como ratas, incluso peleando la comida y la droga. El propio paisaje urbano es muy rico, pues muestra una vida detenida en las calles, atiborradas de lo cotidiano con su comercio de menudencias, mientras en las edificaciones altas se vive del disfrute del comercio de alta categoría. De lo que se trata acá es que el desarrollo tecnológico, además ligado a la inteligencia artificial, a la del cyborg, quien se aprovecha de la vida de los demás. Angelus Hostis, por lo tanto, es una crítica a ese capitalismo tecnológico que aprovecha de la vida y la cosifica –hay una viñeta cuando Córdova cae, presa de una droga, y está al borde de un edificio; una máquina que en la novela la presenciamos vendiendo cosas, le ofrece un inmediato seguro de vida a cualquier coste, además sugiriendo al personaje que no importa el suicidio–.
Y he aquí una cuestión que me parece notable en esta novela gráfica: el trajín de los héroes lleva a desentrañar el misterio del ángel de la muerte. En esto, sin embargo, hay una paradoja y quizá la idea central de la obra.
A la izquierda, “Angelus Novus” de Paul Klee; a la derecha, el filósofo alemán Walter Benjamin quien comprara la pintura de Klee, motivo de su ensayo.
Walter Benjamin en su Tesis sobre la filosofía de la historia (1935) habla del Angelus Novus. En la tesis IX se lee: “Hay un cuadro de Klee llamado Angelus Novus. En ese cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que mira fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, tiene la boca abierta y las alas desplegadas. Pues este aspecto deberá tener Ángel de la Historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una catástrofe que amontona incansablemente ruina sobre ruina y se las va arrojando a los pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero soplando desde el Paraíso, una tempestad se enreda en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja incontenible hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad”. ¿Qué es lo que tendría que ver este pasaje con la obra de Páez-Carrasco? Me gustaría sugerir que una clave de lectura de la novela Angelus Hostis es precisamente la tesis de Benjamin.
Córdova y Cruz van detrás del ángel de la muerte pensando que tras los crímenes está este ser. Se podría pensar que es una especie de viaje desde lo terreno hasta lo supuestamente celestial. Al ángel de la muerte lo conocemos mediante el testimonio de quienes lo han visto. Quienes han estado ante su presencia, tras la muerte de alguien, tienen también los ojos desorbitados. En la página 8 de Angelus Hostis vemos, en efecto, a este ser, tras la muerte de una niña en manos de su padre. El ángel aparece de frente, pero curiosamente evita ver la muerte y ve hacia un costado y tiene las alas desplegadas. ¿Qué es lo que podría ver? Estamos en el futuro, en un Ecuador del 2120, en el que parece evidenciarse que el país ha entrado a la cadena global del libre comercio y del capitalismo tecnológico –para poner un denominativo– y, como dicen en el preámbulo sus autores, ha sido determinada a volver a su pasado histórico transformándola en una productora de banano, café, cacao y tabaco –es decir, la pura extracción de materias primas–. El progreso global se ha servido del país: por ello esa arquitectura contrastada en la ciudad de Cuenca, una arquitectura urbana que ha refaccionado los viejos y coloniales edificios –para la gente común– y ha construido gigantescos rascacielos entre los espacios ruinosos de la ciudad, donde el mundo que se beneficia de la globalización pervive. El indetenible paso del progreso ha vencido y ha llevado a que el ángel de la historia sea un paria más de la cadena productiva.
Bajo un argumento policial, entonces, como si fuéramos también ese ángel que mira de reojo las muertes, el cúmulo de muertes para apropiarse de energía corporal humana para el gobierno tecnológico mundial, entonces hallamos pistas, datos, acontecimientos. Estamos, como nuestros policías, mirándolos, tal como se acumulan, tal como se presentan. Los domos que aparecen como huevos, a los que ya no se pueden acceder son las evidencias, ante la gente de la tierra, de ese progreso incontrolable.
Benjamin leía la historia como un camino de ruinas. En la novela de Páez-Carrasco, las ruinas son recompuestas por el capitalismo global; pero solo de modo superficial, porque en esencia, las ruinas son esos seres maltratados, esos seres que viven en conventillos o en tugurios y que son una gran mayoría –por ello el camino hacia donde está el súper cerebro esta lleno de cráneos; uno de los modos de tugurización de la sociedad son las drogas alucinógenas incluidas las tecnologías como mecanismos fascinantes. Por otro lado, en Benjamin una de las ruinas era la religión –por algo la mención al ángel–. En Páez-Carrasco esto se representa en la Catedral de Cuenca, completamente abandonada, deshecha, refugio de mendigos. Curiosamente es por ahí donde entra el ángel de la muerte al supuesto inframundo; la Catedral es un portal por el cual, mediante un agujero de gusano de traspasa a otra dimensión.
Éste ángel, pronto nos damos cuenta, es apenas una figura triste y vengativa, manipulada al parecer por esos otros seres humanos mejorados y androtrónicos quienes hablan de los otros seres humanos, los que les sirven de energía, como animales o como insectos en la escala de supervivencia. El progreso que antes se constituía en un mito de futuro, en la novela de Páez-Carrasco son las ruinas reconstituidas: ya no hay mito en la ciudad global, pues todo se ha cumplido con la tecnología. La modernidad, ahora bajo la figura de ese cerebro global que antes, según la novela, era internet, y en ese 2120 es la red, se ha autonomizado, ha reconfigurado a los seres humanos, les ha quitado su esencia, los ha vuelto monstruosos cyborgs. La tecnología, en otras palabras ha dominado la esencia de la vida humana, la ha convertido en una tecnología más para la supervivencia de eso que interesa, el capital. El ángel de la muerte es el ángel que termina atrapado por la propia historia, subsumido por su fuerza, integrado al mecanismo de producción material del capital –la energía–. De ahí viene que el ángel nuevo de Benjamin es en la obra de Páez-Carrasco, el ángel hostil, porque “hostis” si bien puede significar enemigo, al mismo tiempo, conlleva el significado que señalo, de hostil, es decir, como el representante de un capitalismo excluyente: quienes mueren o asesinan son gente que no se ha integrado al sistema.
Ahora bien, contrariamente a la idea de distopía, la novela gráfica Angelus Hostis es un relato retrofuturista que implica también una postura: pues el ángel de la muerte, una vez que los policías locales destruyen al cerebro con un arma casera, también muere o se convierte en una calavera inánime, motiva una expedición a la Amazonía para encontrar quiénes en realidad habían convertido al ángel en su custodio. Nos encontramos entonces ante otra humanidad, libre de tecnologías, libre de todo contacto, una humanidad anarquista que proclama la libertad completa, la cual ha escapado de ese mundo tecnológico y se ha refundado. Y como todo buen cómic, el final es abierto con la enunciación del “continuará…”.
Archivado en: Análisis literario, Cómics, Entradas del autor, Estudios literarios, Novela gráfica, Pensamiento, Reseña Tagged: Cyberpunk, Cyborgs, Darío Antepara, Eduardo Villacís, Fernando Naranjo Espinosa, Futurización, J.D. Santibáñez, Rafael Carrasco, Ridley Scott, Santiago Páez, Tecnologías, Walter Benjamin