Revista Libros

Animales lectores

Publicado el 09 julio 2012 por Sfer
Animales lectores
No pretendo ser exhaustiva en la narración de la entrevista que Sergio Vila-Sanjuan hizo la semana pasada a Alberto Manguel, pero ya que me gusta llevar conmigo a estos encuentros alguna libreta donde anotar frases, fragmentos de diálogos, ideas, referencias a bibliografía, etc... hoy les traigo algunas de esas anotaciones, la mayoría de ellas escritas en primera persona, como si Manguel estuviera aquí hablando con ustedes. No es el caso, tendrán que fiarse de mis notas (modestia aparte, siempre se me dio bien tomar apuntes; mis profesores se sorprendían de que fuera capaz de escribir y seguir escuchando al mismo tiempo) y de mi memoria al intentar reconstruir su discurso. Un discurso que no ha perdido su sentido del humor y su frescura a pesar de la cantidad de veces que ha debido responder a las mismas preguntas. De hecho, Sergio Vila-Sanjuan empezó la entrevista, una vez finalizado el pertinente repaso a la trayectoria de Manguel, comentando que el propio Manguel reconoce que hay tres preguntas que está condenado a contestar una y otra vez: cómo fue su relación con Borges, cómo montó su biblioteca en Poitiers, y cuál es el futuro del libro. Efectivamente, Manguel está condenado a contestarlas, también en esta ocasión, como admite en un momento dado que está condenado a escribir sobre libros, lectura y bibliotecas.
Ante Manguel, uno tiene la sensación de estar ante un sabio, un erudito... y lo mejor de todo es que es uno de esos sabios que además sabe comunicar su sabiduría y contagiar su entusiasmo. Si no han leído nada suyo todavía, pueden empezar por los enlaces que les propuse la semana pasada y seguir por La biblioteca de noche, un ensayo muy ameno - a mí Una historia de la lectura me da mucho respeto... no así La biblioteca de noche, que veo como más íntimo y cercano, un libro escrito de lector a lector.
Sin más preámbulos, con todos ustedes, lo más destacado (para mí) de la charla de Alberto Manguel.
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El destino itinerante me convirtió en lector. Cambiábamos tanto de casa que no sabía a qué llamar hogar. Llegar a mi habitación por la noche, abrir un libro y saber que en una determinada página encontraría el mismo texto y la misma ilustración que la noche anterior era lo que me hacía sentir en casa. Le doy la razón a Marguerite Yourcenar, que dijo aquella famosa frase de "mi patria son los libros".
Al leer un libro con mucha atención, ese libro puede llegar a reflejar toda una biblioteca. Uno puede estar leyendo La Celestina y acabar relacionándola con toda la literatura universal.
Trabajar en una librería me permitió adquirir experiencia y conocimiento sobre los ciclos de los libros, los libros de fondo, cómo se comparte la lectura y, sobre todo y a base de pasarles el plumero, saber dónde están los libros. Me molesta mucho llegar a una librería, que el librero compruebe en la computadora que en el espacio de la librería hay un ejemplar de un título, pero que no sepa donde está.
En la librería nos obligaban a conocer no solo la ubicación, sino también el contenido de los libros. Me llevaba a casa muchos de ellos para leerlos, que luego no devolvía. Una vez que uno ha leído un libro ¿cómo va a devolverlo? ¿Cómo, después de la intimidad de habérselo llevado a la cama? Por eso no presto libros: prestar libros es una incitación directa al robo.
[Ante el comentario de Sergio Vila-Sanjuan de que hoy, debido a la velocidad a la que aparecen nuevos títulos y a la rotación de los mismos en las librerías, conocer el fondo de una librería es casi imposible, Manguel responde:] No, no es imposible. Los libros se dejan y los libreros no han perdido la memoria. Los únicos que no tienen memoria son los banqueros.
[Sobre los años que pasó leyendo en voz alta para un Borges que ya había perdido la visión] Todos los que ejercimos de lectores de Borges deberíamos juntarnos alguna vez en un Congreso internacional, pues Borges le pedía a todo el mundo que le leyera en voz alta. En aquellos años, por culpa de la arrogancia de la adolescencia, yo pensé que le estaba haciendo un favor a un viejito, y ahora me arrepiento de no haber tomado notas de mis encuentros con Borges.
Es igual de fácil elogiar que destruir un texto, y se pueden hacer ambas cosas con el mismo texto. Borges lo hacía constantemente, por ejemplo criticando versos de Shakespeare.
Borges aceptaba cualquier cosa: conversaciones, prólogos... podría haber escrito el prólogo a cualquier señora gorda que se le presentase.
Escribí Una historia de la lectura porque no tenía ni idea de lo que iba a escribir. En el New York Times me pidieron un ensayo sobre la lectura, que debía tener unas 10 o 15 páginas, y mientras tomaba notas sobre las diferentes características de las que quería hablar, me di cuenta de mi propia ignorancia y comencé a documentarme sobre temas como, por ejemplo, la lectura silenciosa.
[Sergio Vila-Sanjuan le pregunta: ¿Puede la humanidad dividirse entre la gente a la que le gusta leer en la cama y la gente a la que no le gusta?] Hasta ahora los libros podían dividirse según si podían leerse en la cama, o necesitaban de una mesa, o podían llevarse en el bolsillo, pero el ebook va a encargarse de acabar con estas distinciones.
Los libros se reproducen de noche. Es por eso que cualquier espacio que uno dedique a la biblioteca siempre se quedará pequeño, y los libros empezarán a invadir la casa. Ya lo están haciendo en la mía, en la que tengo una habitación de las antologías, una habitación del crimen...
Existen dos modelos de bibliotecas, las bibliotecas de exclusión y las bibliotecas de inclusión. Ambas tienen importantes representantes en el siglo VI, en el que el Papa Gregorio quemó la biblioteca palatina porque contenía libros herejes, mientras que Isidoro de Sevilla hacía grabar en la entrada de su biblioteca la frase "En esta biblioteca entran libros de todas clases".
Ante cualquier innovación tecnológica, ante cualquier instrumento, soy partidario de la pregunta: ¿A quien beneficia esto? Esto, ¿me sirve o no? Y también, ¿de dónde vienen estas urgencias, estas necesidades? Porque creo que nos han convencido de que las tenemos cuando no es así.
Como especie, somos animales lectores. Sobrevivimos porque disponemos del poder de la imaginación, porque podemos imaginar experiencias diferentes. La literatura nos permite experimentar otras personalidades, liberándonos así de las impuestas por aquellos que están en el poder.
***
PS1: Lo siento, señor Vila-Matas, pero me fue imposible trasladar su abrazo al señor Manguel. Creo que Vila-Sanjuan hubiera sido una opción más segura para hacerle llegar su afectuoso saludo.
PS2: Es posible que en un futuro no muy lejano, el vídeo completo de la conversación esté disponible en este enlace (gracias Xavier!). Hasta entonces, tendrán que confiar en mí cuando les aseguro que "señora gorda" no es una mala pasada de mi memoria o una "expresión similar", sino ni más ni menos que las palabras exactas pronunciadas por Manguel.
PS3: De nada. (Sí, hoy mi ego anda un poco más suelto de lo habitual. Lo pondré a raya antes de la próxima entrada)

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