Texto de María Siguero, Directora de Editorial Bercimuel, Madrid.
Francia, 1744-1818. Era hija de un orfebre del taller real de tapices de Los Gobelinos. A los 10 años la familia se trasladó a París, donde el padre abrió su propia tienda. Pero no se sabe nada de con quién estudió o pudiera aprender su pintura de naturalezas muertas.
Se sabe que pintaba ya en 1762 pero se conservan obras suyas desde 1766. En 1770 se presentó para entrar a la Academia Real con dos Alegorías de las artes visuales y de la música (hoy en el Louvre) y fue aceptada por unanimidad. Uno de los votantes dice, como se solía opinar de las pintoras entonces, estas palabras: “verdaderamente tiene dotes iguales a las de un hombre que se hubiera preparado en ese género de la naturaleza muerta”.
Con esas obras debutó en 1770 en el Salón, donde participaría casi cada año y siempre fue muy elogiada hasta que debutaron en él las grandes pintoras retratistas, Vigée-Lebrun y Labille-Guiard, en 1783. Desde que en 1785 se le criticaran mucho unos retratos sólo se dedicó a las naturalezas muertas, especialmente a las flores.En este género es considerada famosa con justicia. Se registran de ella al menos 400 obras con temas de flores, caza, instrumentos musicales, trofeos militares, utensilios de cocina, lujosa porcelana, jamones, langostas, frutas, en cuadros pequeños o grandes y de composiciones elaboradas.
Se casó a los 37 años, en 1781, con J.P.S. Coster, rico abogado y miembro del Parlamento, y de ese modo entró en la clase de sus clientes. Aunque tenía amistades en la corte, después del 1789 se quedó en París hasta 1793. Seguramente se salvó porque los temas de sus cuadros eran políticamente neutros.
Durante la revolución y después de ella su producción bajó mucho pero siguió pintando pues expuso en el Salon de 1817, un año antes de su muerte, uno de sus cuadros más ambiciosos, un gran banquete con langosta.
Muchos la consideraron la más notable pintora de naturalezas muertas del siglo XVIII francés. Si se la compara con el número uno del género, Chardin, es, naturalmente, una segundona, pero supera a casi todos. Anne Vallayer y Chardin se diferencian en muchas cosas: ella pinta muchos cuadros de flores, de gran modernidad, casi impresionista, en su pincelada. Claro es que las flores se consideraban más asequibles a las pintoras. Chardin no pintaba flores y sí escenas de género y retratos al pastel, géneros que ella no tocó.
La pintura de él es más pastosa y la de ella es de capas más delgadas. La temática de Chardin es más burguesa, de interiores sencillos, mientras que las naturalezas muertas de ella, de vajillas de plata o trofeos militares le acercan más a lo aristocrático. Pero tiene obras maestras como esta de La sopera blanca (hoy en colección particular de París), cuyo primer dueño fue el Marqués de Marigny, el equivalente al ministro de las Artes de la época, expuesta en el Salon de 1771, que fue muy elogiada por Diderot.
Es una alarde de habilidad pintando tonos entre el blanco y el negro, pues no hay colores salvo por el tostado del pan, pero también una composición llena de paralelas horizontales, verticales y diagonales. Y se diría que el humo de la sopera huele sabroso.
La sopera blanca (1771)
Bodegón de corales
Atributos de la Música (ca. 1770) Louvre
Bodegón con melocotones y uvas.
Bodegón de Gran Bogavante
Naturaleza muerta, gallo y gallina, también conocido como dos gallos muertos (1785) Le Mans, Museo TesséBodegón de pan y vino (1770)Bodegón con busto de Minerva (1777) Gran jarrón de flores y Flora (1774)Atributos de las Bellas Artes (1770) Louvre
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