Nuestros días van alargando cual sombra de ciprés al atardecer. Días largos que marcan nuestras pautas diarias y crean nuestra idiosincrasia nacional. Por ello somos probablemente el país que más tarde se apunta a trasnochar. Nuestro tiempo cronométrico, “way off” de nuestro huso horario correspondiente, hace de los españoles gente de atardeceres tardíos y a los del oeste eternos pacientes de la noche.
Y es que en El Bierzo ya anochece a las 9:40 pm, horas intempestivas para otros muchos países en los que ya están cenados, con el pyjama puesto, e incluso algunos — los de mejor estómago y los trasnochadores “spanish style” — ya pensando en que hay para recenar.
Días más largos, the longest days, en los que la persona, el animal o la planta despiertan poco a poco de su hibernación que este año parece más lenta con las nieves aún acechando tímidamente en Los Aquilianos.
Vivimos una preciosa época de esperanzas e incertidumbres en la viña. Ésta comienza a brotar dejando las primeras pistas de lo que será la uva, y por ende de lo que podrá ser el vino en un futuro no muy lejano. Días largos que llevan a prolongadas jornadas en el viñedo, en el que el viticultor acaba exhausto, pero curtido y contento por otro día de trabajo bien hecho.
¡La nueva añada ya está en camino!
Traducido (de esa manera) de “The longest days”, por Nacho León.