Revista Ciencia

Anomalía en el Sol

Publicado el 12 marzo 2013 por Rafael García Del Valle @erraticario

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El Sol sigue quieto. Demasiado quieto.

2012 y 2013 eran los años previstos para el pico solar del ciclo 24, el cual estaba destinado a ser uno de los más agitados de los últimos tiempos. Se desarrollaron programas de protección civil, se advirtió del peligro de un apagón tecnológico y se mostró cierta preocupación por la falta de atención, tanto de gobiernos como de ciudadanía.

Pero la cosa no está saliendo según lo previsto.

El físico Dean Pesnell, del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, ha venido a calmar los ánimos y explica esta situación como un máximo solar de doble pico, algo que ya habría ocurrido en los dos anteriores máximos de 1989 y 2001: en ambos casos, la actividad solar creció, disminuyó en un “sub-ciclo” de dos años y, finalmente, volvió a incrementarse.

Algo así podría estar ocurriendo ahora, después de la agitación de 2011 y la posterior calma inesperada. Pesnell avisa de que este año volverá a ser fuerte y el riesgo se extenderá a 2014:

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Sin embargo, esta extremada calma, unida a la también extremada calma del anterior ciclo, hacen que otro panorama, perfectamente compatible con el breve pico solar previsto por Pesnell, cobre fuerza: la pequeña edad del hielo que se nos podría echa encima y que a nadie parece importar demasiado, como si el personal se hubiera quedado como un témpano antes de tiempo.

Frente a la polémica sobre el calentamiento global antropogénico, nos topamos con un efecto natural quizás mucho más importante: la influencia de la radiación solar en el clima. Cuando el Sol está en un ciclo de máxima actividad, el viento solar refuerza la heliosfera y se reduce la entrada de rayos cósmicos. Y, al contrario, en los periodos de mínima actividad, los rayos cósmicos son más abundantes.

Investigadores como Henrik Svensmark, Jack Eddy o Samy Solanki defienden desde hace años que el incremento de rayos cósmicos supone un aumento en los procesos de formación de nubes. De hecho, el CERN (“Consejo Europeo para la Investigación Nuclear”) cuenta con el llamado “Proyecto CLOUD” para tratar de verificar la hipótesis.

Puesto que las nubes reflectan la luz solar hacia el exterior de la atmósfera, el efecto es una disminución de las temperaturas en la superficie terrestre y la existencia de periodos climáticos fríos. Y al contrario, durante las épocas de máximo solar la incidencia de rayos cósmicos procedentes de la galaxia es menor y, por tanto, las capas de nubes no son tan abundantes, de manera que la radiación solar calienta la superficie terrestre y los periodos climáticos registran temperaturas más cálidas.

El año pasado, un estudio sobre las congelaciones del río Rhin en Alemania parecía confirmar tal escenario:

“El equipo se decidió por el Rhin porque tiene una congelación especial, tan simple como ‘hay hielo o no hay’, nunca hay medias tintas”, ha indicado el autor principal, Frank Sirocko, que ha apuntado que la gran longitud del río indica que se necesitan temperaturas muy extremas para que se congele totalmente.

Así, ha explicado que, desde principios del siglo XIX hasta mediados del XX, los pescadores y marineros del Rhin tienen registros anuales de cuando el hielo ha obstruido la vía fluvial y el transporte marítimo. Utilizando estos documentos, así como otros relatos históricos, los científicos encontraron que, entre 1780 y 1963, el Rhin se congeló en varios lugares 14 veces diferentes.

De estos datos, determinaron que 10 de las 14 congelaciones ocurrieron durante los años en los que el Sol tenía manchas solares mínimas. Gracias al uso de métodos estadísticos, los científicos han señalado que existe una probabilidad del 99 por ciento de que todos los inviernos extremadamente fríos en Europa Central coincidan con épocas bajas en el ciclo solar.

Sirocko ha señalado que es “la primera vez que se ofrecen datos estadísticos sólidos de que la sucesión de inviernos fríos durante los últimos 230 años en Europa Central tienen una causa común”.

(Europapress)

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Recurriendo a la historia, 

Un abrupto enfriamiento de Europa junto con un aumento de la humedad, y particularmente del viento, coincidió con una reducción sostenida de actividad solar hace 2800 años.  Científicos del German Research Centre for Geosciences GFZ, en colaboración con científicos suecos y holandeses, han obtenido evidencias de una relación directa entre el Sol y el clima a escalas de siglos. Utilizando el método más moderno, analizaron sedimentos del lago Meerfelder Maar, un lago en la región del Eiffel, en Alemania, para determinar las variaciones anuales en manifestaciones climáticas y actividad solar.

[...] Los resultados muestran que a lo largo de un periodo de 200 años aumentaron fuertemente los vientos de la primavera durante una época de clima frío y húmedo en Europa. En combinación con estudios modelo, los investigadores sugieren un mecanismo que puede explicar la relación entre el Sol débil y el cambio climático. “El cambio y fortalecimiento de los sistemas de vientos de la troposfera están probablemente relacionados con procesos estratosféricos que a su vez son afectados por la radiación ultravioleta del Sol”, explica Achim Brauer, fundador del estudio. “Esta compleja cadena de procesos actúa de este modo como un mecanismo de retroalimentación positiva que podría explicar por qué variaciones en la actividad solar que parecen demasiado pequeñas han causado cambios climáticos regionales”.

(Fuente: Observatorio Astronómico de Valencia)

En 2009, se confirmó que la tendencia en las capas altas de la atmósfera iba en aumento, al haberse registrado un enfriamiento “dramático”, según los titulares. El enfriamiento de la mesosfera, al aumentar los cristales de hielo, es el que explica fenómenos “anómalos” como una mayor manifestación de las formaciones noctilucentes, cuyos avistamientos han experimentado un importante crecimiento en los últimos años.

Y explica también, al adquirir mayor densidad a causa del frío, la menor altura a que se forman las nubes en estos tiempos que corren:

En efecto, el ancestral miedo de que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas se está haciendo realidad. Pero, por supuesto, no es exactamente el cielo lo que cae, sino las nubes. Un satélite de la NASA ha descubierto que las nubes de la Tierra están cada vez más bajas. En concreto,han perdido un 1% de su altura -de 30 a 40 metros- a lo largo de la última década. Este fenómeno tiene implicaciones potenciales para el clima mundial en el futuro. Según los científicos, de continuar este proceso, nuestro planeta podría enfriarse de manera más eficiente, reduciendo la temperatura de la superficie del planeta y «ralentizando potencialmente los efectos del calentamiento global».

(Fuente: ABC Ciencia)

De un nuevo mínimo de Maunder se viene hablando desde algún tiempo. Así, en 2011:

Los expertos comparan esta perspectiva con la situación que vivió nuestro planeta entre los años 1645 y 1715, cuando se registró un periodo de inactividad solar que duró 70 años y que es conocido como la «Pequeña edad de hielo». Una prolongada época en la que las temperaturas bajaron entre 10 y 15 grados, según las latitudes, y en la que el hielo llegó a cubrir buena parte del norte de Asia, Europa y América

Los científicos han llegado a esta conclusión, presentada en la conferencia anual de la American Astronomical Society, al estudiar nuestra estrella (su interior, su superficie visible y su corona) y detectar un descenso de las manchas de su superficie y una menor actividad electromagnética cerca de los polos.

Estos síntomas auguran una drástica disminución de la actividad del Sol, casi «hasta su hibernación», para el nuevo ciclo solar, es decir, en los próximos 11 años, que es el tiempo medio aproximado que dura uno de estos ciclos.

[...]

Sobre la situación que se avecina, que será más bien fresquita, el científico de la NASA Richard Fisher apunta que cada uno de los ciclos solares tiene sus periodos naturales de baja actividad, sin embargo, hace hincapié en que este mínimo solar hacia el que nos dirigimos llega «extraordinariamente lento», y durará «más de lo habitual», tal vez tres o cuatro ciclos seguidos.

[...]

«Si nuestro modelo es correcto -explica Frank Hill, director adjunto del NSO-, esta situación afectará desde la exploración del espacio hasta al clima terrestre». 

(Fuente: ABC Ciencia)

Un año antes, en 2010, el director del Observatorio Astronómico Pulkovo de San Petersburgo, Habibullo Abdussamatov, avisaba de la inminencia de una pequeña del hielo y acusaba que todo un entramado “Climagate” tenía demasiados intereses en silenciar cualquier estudio al respecto, puesto que la marca “calentamiento global” lleva años siendo muy rentable para algunos.

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A finales de marzo de 2012, un grupo de científicos y astronautas de la NASA envió una carta a su director donde que rechazaban la posición que la agencia espacial tiene con respecto al cambio climático, afirmando que se había unido al bando contrario a un auténtico espíritu científico y debía, por tanto, cambiar de rumbo.

Según ellos, la idea del factor humano como agente del cambio climático es una idea no probada científicamente que se sustenta en intereses políticos y económicos.

En la carta, el grupo decía que los datos recogidos sobre el clima de los últimos miles de años cuestionan la afirmación de que el dióxido de carbono de origen humano sea causante del cambio climático, y que es necesario atender a los estudios de cientos de científicos de renombre en el estudio del clima y de miles de otros científicos que declaran públicamente su incredulidad al respecto.

Cada día son más los científicos que consideran que la información relacionada con el aumento de temperatura en la Tierra no está siendo tratada correctamente, debido a las importantes connotaciones políticas y económicas que subyacen a la investigación científica en este sector. Incluso en los mejores casos de integridad profesional, se considera que negar el protagonismo humano como causante de los cambios tiene como resultado la negación de fondos y el aislamiento dentro de la comunidad académica, por lo que las investigaciones tienen que cuidar mucho sus objetivos y tratar de promover estudios cuyos resultados apunten a las ideas ya establecidas.

Como se apuntaba en el primer artículo de esta serie, esta supuesta gran farsa que ha durado décadas habría tenido como objetivo:

  • promover la energía nuclear y sus intereses como solución necesaria y problema menor en comparación con las otras,

  • fomentar las energías alternativas como un lavado de cara para calmar los ánimos de la población reivindicativa, pues al final han acabado en las mismas manos que antes se manchaban de petróleo y carbón,

  • garantizarse la independencia de los países proveedores de petróleo,

  • someter a aquellas regiones del planeta que no interesa vayan más allá en su desarrollo, obligándolas mediante resoluciones internacionales e impuestos a usar una energía limpia pero poco desarrollada, ¿deliberadamente?, y por tanto muy costosa e imposible de asumir.

(Artículo completo)

En fin, sea como fuere, sólo una cosa podemos dar por cierta: los medios de comunicación seguirán hablando de “calentamiento global” como sinónimo de “cambio climático”, y ni dios se enterará de qué va el juego hasta que, quizás, sea demasiado tarde para comprender la gran mentira en que, según parece, vivimos envueltos.

Por lo demás, y nunca mejor dicho, sólo el tiempo dirá…

al gore



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