Años de rabia. El periodismo, los medios y la batalla del kirchnerismo es el nombre completo (título y bajada) del libro que Eduardo Blaustein presentó a mediados de 2013 y cuyo séptimo capítulo terminó convirtiéndose, nueve meses después, en este segundo libro. A contramano de los guantes de box y de las mayúsculas sotenidas que aparecen en tapa, las 448 páginas que conforman este ensayo invitan a pensar el fenómeno comunicacional por fuera del escenario pugilístico donde hace años se enfrentan el Grupo Clarín y los dos últimos gobiernos K.
Blaustein cumple a medias con los protocolos académico y periodístico. Por un lado, comete el sacrilegio de escribir en primera persona del singular (de esta manera reconoce y advierte sobre las limitaciones, debilidades y eventuales contradicciones de su análisis). Por otro lado, respeta a raja tabla la máxima de buscar, articular, contrastar datos, fuentes, hipótesis para abordar el tema o los temas elegidos a la altura de su complejidad, con honestidad y precisión.
El autor apela a su experiencia laboral en el oficio periodístico y en el rubro de la comunicación institucional, a sus lecturas (Aníbal Ford, Jesús Martín Barbero, Néstor García Canclini, Oscar Landi, Nicolás Casullo, Beatriz Sarlo, Jaime Durán Barba, Martín Becerra integran la extensa y heterogénea lista de referentes citados), a las características de su propio consumo mediático para tratar de comprender un fenómeno irreductible a las “batallas” mencionadas en la tapa del libro.
O mejor dicho… Además de analizar la contienda entre el kirchnerismo y parte de nuestro periodismo (digamos, a modo de anticipo y a título ilustrativo, que 678 y Jorge Lanata ocupan los extremos opuestos del ring), el autor la relaciona con un pasado nacional que da cuenta de enfrentamientos similares entre actores parecidos (a veces los mismos). Ni el “monstruo comunicacional” es una creación del Grupo Clarín ni la “batalla cultural” es una ocurrencia K.
Blaustein también relaciona nuestro presente con fenómenos que suceden a escala planetaria, y que por lo tanto desmienten la calificación de “caso aislado” que -para bien (“un ejemplo”) o para mal (“una vergüenza”)- algunos compatriotas le atribuyen a la Argentina. Entre ellos, la concentración del poder comunicacional, la conformación de una suerte de star system periodístico, la precarización laboral de los periodistas rasos, el control corporativo sobre la lucha sindical, la diversificación -a veces inasibilidad- de las audiencias, la irrupción de la videopolítica y del denominado “periodismo ciudadano” en la Web (en especial en las redes sociales y en los blogs), las discusiones en torno a la necesidad de regular la actividad mediática y los servicios ligados a Internet, la crisis de representación institucional.
Mientras ordena, precisa, fundamenta su ensayo, el autor comenta las porciones de infotainment que lee, escucha y mira a diario. Las anotaciones vertidas en este cuaderno de navegación acompañan el ejercicio analitico, y en ocasiones ilustran inquietudes y observaciones sobre una de las cuestiones principales que aborda este libro: la disputa entre los poderes público y privado por editar la agenda presuntamente informativa, es decir, por imponer los temas y novedades que en principio interesan -o deberían interesar- a la ciudadanía.