Un rostro femenino que transmite la tristeza enquistada, apenas capaz de elaborar el discurso sobre sus horas infinitas de insomnio. Le recomiendan acudir a una terapeuta para poder averiguar las causas. Cuando le preguntan por su momento más feliz:
No sé, no puedo acordarme.
En una escala del 1 al 10, la medida de su percepción de la felicidad es de 1. No quiere hablar de su familia. Eso no le va a ayudar a dormir.
Ése es el ambiente laboral de Gerry (segura de sí misma, casada con un buen hombre y con una vida plácida) y Mary (sola, buscando cualquier excusa para hablar, tomarse una copa o ir a cenar con sus adorados Tom y Gerry).
Un retrato inteligente, pausado y conmovedor de un grupo de personas que pasan por situaciones vitales muy diferentes durante un año, otro más... El introvertido hijo soltero que les presenta a su chica, locuaz y de risa contagiosa. El hermano de Tom, viudo con un hijo rebosante de ira y resentido. Bonachón amigo de la pareja, solo en su casa, bebiendo, sin ilusiones.
A veces qué difícil resulta entender y empatizar con los sentimientos de otra persona. Gerry intenta ayudar a Mary hasta que se ve desbordada. Mary se aferra con uñas y dientes a su amiga, a un coche que puede “cambiar mi vida”...Tal vez busca afecto, que la quieran, porque hace ya mucho tiempo que ella misma no se soporta, no se quiere.
Fantásticos los actores que hacen muy cercana y probable cada una de las secuencias. Historias de gente que necesita una mano tendida, un abrazo sincero, que les escuchen, y, sobre todo, amor y cambios. Búsqueda de apoyo que con el paso del tiempo modifica las respuestas y los sentimientos que provoca, desde las buenas intenciones, al cansancio, hipocresía y egoísmo. Humana, tan humana. Maravilloso Leigh, una vez más.