Revista Psicología

Ansiedad y tensión alta: ¿el estrés puede provocar hipertensión?

Por Psicveromar85 @psicveromar

La relación entre ansiedad y tensión alta es un tema de creciente interés. La ansiedad puede provocar cambios de presión e influir tanto en quiénes sufren de hipertensión como en quiénes experimentan episodios de hipotensión. Pero, ¿pueden el estrés y la ansiedad provocar hipertensión crónica? ¿La tensión arterial alta puede ser emocional? Lo descubrimos juntos en este artículo.

Ansiedad y tensión alta: ¿existe una conexión?

¿La ansiedad sube la tensión?

La ansiedad influye en la presión arterial principalmente mediante la activación del sistema nervioso autónomo y, en concreto, de su componente simpático. Esta activación es una respuesta evolutiva al estrés, conocida como respuesta de lucha-huida (fight-or-flight response), que prepara al organismo para afrontar una amenaza aumentando la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la liberación de hormonas del estrés como la adrenalina y el cortisol (Hamam et al., 2020).

Según la revisión bibliográfica de Lim y sus colegas (2021), cuando el sistema nervioso simpático permanece activo durante demasiado tiempo, puede provocar un aumento constante de la tensión arterial. El cuerpo se acostumbra a este estado de alerta constante, que con el tiempo puede dañar el corazón y los vasos sanguíneos. Esto aumenta el riesgo de agrandar el corazón, empeorar el funcionamiento de los vasos sanguíneos y aumentar la rigidez de las arterias.

Hamam et al. (2020) demostraron que los pacientes con trastornos de ansiedad y depresión a menudo tienen mayor dificultad para mantener el control de la presión arterial, lo que aumenta el riesgo de complicaciones cardiovasculares.

La tensión alta por ansiedad no es un fenómeno aislado, sino que puede integrarse dentro de un cuadro más complejo de disfunciones homeostáticas. Según el concepto de milieu intérieur (ambiente interno) de Claude Bernard, nuestro organismo intenta constantemente mantener un equilibrio interno estable, a pesar de las variaciones del ambiente externo (Richter, 1978). Sin embargo, cuando el estrés se vuelve crónico, este equilibrio se puede ver comprometido y conducir a un estado de activación constante que, con el tiempo, se traduce en un incremento estable de la presión arterial.

Además, la conversión psíquica y somática del estrés desempeña un papel importante en el desarrollo de trastornos cardiovasculares. Rees (1959) describió cómo los acontecimientos estresantes pueden desencadenar tensiones que se manifiestan mediante síntomas psicológicos o físicos, entre los que se encuentra la hipertensión. En cambio, Alexander (1939) teorizó la existencia de la personalidad hipertensa, que se caracteriza por una predisposición a la ansiedad, a la represión emocional y a un excesivo sentido de la responsabilidad, elementos que podrían favorecer una tensión arterial crónicamente alta.

Cómo aumentan la tensión el cortisol y la adrenalina

Durante los episodios de ansiedad, el cuerpo libera cortisol y adrenalina, dos hormonas clave en la respuesta al estrés. El cortisol, producido por las glándulas suprarrenales, aumenta la presión arterial y estimula la retención de sodio y agua en los riñones, mientras que la adrenalina provoca una vasoconstricción periférica y un aumento de la frecuencia cardíaca (Di Palo & Barone, 2020). Estos efectos combinados determinan un aumento agudo de la presión, que en condiciones normales se resuelve una vez que el estado de ansiedad se atenúa.

Sin embargo, si el estrés se vuelve crónico, la liberación continua de cortisol puede conducir a una desregulación de la homeostasis de la presión y a una predisposición a la hipertensión crónica (Richter, 1978). Además, el estrés crónico está relacionado con una reducción de la variabilidad de la frecuencia cardíaca, un indicador de una reducida capacidad de adaptación del sistema cardiovascular a los estímulos externos (Verma et al., 2021).

¿La ansiedad puede provocar hipertensión crónica?

Existe una diferencia fundamental entre un aumento momentáneo de la tensión debido a un estado de ansia agudo y el desarrollo de una verdadera hipertensión crónica. La hipertensión de episodio o episódica, que se caracteriza por los cambios de presión transitorios, es común en personas que padecen de ansiedad, pero tiende a resolverse cuando se elimina el factor desencadenante. Por el contrario, una hipertensión crónica se desarrolla cuando el sistema cardiovascular permanece constantemente hiperactivo, lo cual conduce a daños estructurales en las arterias y el corazón (Alexander, 1939).

Los riesgos a largo plazo de la hipertensión crónica implican una mayor probabilidad de episodios cardiovasculares como infarto de miocardio e ictus, insuficiencia cardiaca y daño renal (Di Palo & Barone, 2020). Por eso, la gestión de la ansiedad es esencial para prevenir las enfermedades cardiovasculares, mediante técnicas de relajación, psicoterapia (como la terapia cognitivo-conductual) y cambios en el estilo de vida.

¿Cuándo es peligrosa la tensión alta por ansiedad?

No todos los episodios de tensión alta relacionados con la ansiedad son un motivo de preocupación inmediata, pero existen algunas señales que indican la necesidad de consultar a un médico. Si el aumento de la tensión es persistente y va acompañado de síntomas como un fuerte dolor en el pecho, dificultad para respirar, desmayos o visión borrosa, es fundamental realizar un control médico para descartar otras patologías más graves.


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