El mundo está recibiendo el azote de una pandemia. Es casi inevitable no sentir preocupación. Las situaciones que escapan de nuestro control son generadoras de estados de ansiedad. Sin embargo, debemos encontrar los modos de que esa ansiedad nos movilice productivamente, tanto a realizar las acciones preventivas necesarias, como a autogestionarnos estados mentales positivos en medio de la adversidad. Esto nos mantendrá mentalmente saludables y nos hará más resilientes.
Algo de vital importancia es mantenernos informados acerca de la situación de nuestro país. Todo lo que acontece en otras latitudes debemos conocerlo, pero entender que son otras realidades y que lo que debemos afrontar nosotros, es lo que sucede en nuestro entorno de vida. No debemos encender alertas que no se corresponden con lo que está pasando a nuestro alrededor, porque dichas alertas nos van a conducir erráticamente a conductas exageradas, emociones negativas y pensamientos desacertados.
Las acciones preventivas se han indicado claramente en los medios de comunicación, por parte de las autoridades competentes. Y es necesaria una actitud cívica de responsabilidad personal y colectiva. Pero también necesitamos racionalidad y serenidad. Esto es muy importante también, como parte de nuestra preparación.
Una alerta muy necesaria va en relación con los niños. Ellos también deben estar informados (hasta donde les corresponde por su edad) y aprender las medidas de protección. Pero recordemos que psicológicamente son más vulnerables. Y que los adultos somos sus pilares de seguridad. Si nos mostramos excesivamente preocupados, les trasmitiremos a ellos esos estados emocionales. En situaciones de conmoción nacional que ya hemos vivido en Cuba, muchos niños presentaron afectaciones, relacionadas con el nivel de impacto psicológico de sus familiares cercanos.
Socializar las preocupaciones es siempre una vía muy eficaz para el saneamiento mental: conversar, compartir información, trasmitirnos apoyo unos a otros y reírnos con esos chistes que circulan, que ayudan a relajar las tensiones. Y esto es válido también en el caso de los niños y adolescentes. En el hogar, dialoguemos con naturalidad acerca de las noticias, expliquemos lo que ellos no logran entender, respondamos sus preguntas. No trasmitamos ideas de mucha carga negativa, sino más bien reforcemos la máxima, de que sí tomamos las medidas indicadas estaremos a salvo. Los niños necesitan sentirse protegidos y tranquilos; los adultos somos responsables de ello.
La escuela es un escenario ideal porque al estar en grupo, cada niño siente que comparte la misma situación y eso los ayuda a sentirse mejor. Sería muy útil que los maestros fomenten debates donde todos puedan expresarse libremente, para sacar afuera las preocupaciones y las emociones, contando con la conducción del adulto que podrá aclarar dudas y trasmitir sosiego.
Según informan los expertos, el control total del COVID-19, tomará meses. La vida debe continuar en condiciones de preparación, pero sin perder nuestro bienestar psicológico. La salud mental, también debe ser protegida.