Parece que la trilogía se cierra y toca valorar si el estudio sobre las relaciones de pareja mereció la pena.
Celine y Jesse ya son cuarentones y llevan una vida que seguramente ni ellos se hubieran imaginado cuando se encontraron por primera vez en aquel tren y ella decidió bajarse con él.
Esta tercera parte es menos happy hour que las dos anteriores. Menos romanticismo y más cruda y dura realidad. Nos hacemos mayores, nos hemos visto demasiado, siento que me he dejado en el camino cosas por hacer...
No os pienso desvelar más de este tercer encuentro por las calles empedradas de Grecia, pero sí que os diré que creo que, según la edad, os tomaréis la película de una manera o de otra. Las tres películas son generacionales, pequeños reflejos de lo que viven o han vivido sus espectadores. Así que, si no habéis llegado a los cuarenta, es fácil que la identificación no sea tan fuerte como con las entregas anteriores. Por mi parte, me queda toda una década por delante para comprobar la validez de sus argumentos.
Así que ¿adiós? a Celine y Jesse. A muchos les costará despegarse y, seguro que dentro de 9 años, esperarán a su encuentro con Julie Delpy y Ethan Hawke, aunque los títulos ya se hayan agotado.