Revista Cultura y Ocio

Anthony Burgess: La naranja mecánica

Publicado el 02 febrero 2016 por Libros Prohibidos @Librosprohibi2

Título original: A Clockwork Orange
Idioma original: Inglés; nadsat
Año: 1962
Editorial: Penguin (2000)
Disponible en español en: Minotauro (2012); traducción de Ana Quijada y Aníbal Leal Fernández
Género: Novela corta
Valoración: Muy recomendable

Inglaterra, un futuro no demasiado lejano. Corren tiempos difíciles. Los ciudadanos de a pie malviven en una sociedad de consumo que les empuja a la hipersexualización y la alienación. La ley y el orden apenas se hacen hueco. Por las noches, campan a sus anchas bandas de adolescentes puestos hasta las cejas de leche-plus. Aficionados al robo, a las violaciones, a la ultra-violencia. La moral anda tan de capa caída que uno no se puede fiar ni de su sombra. El protagonista, Alex, será traicionado por sus drugos y, tras acabar en la cárcel, seleccionado por el gobierno para probar una novedosa técnica conductista destinada a erradicar el mal de raíz.

La naranja mecánica fue adaptada al cine en 1971 bajo el mismo título, con guión a cargo de quien también la dirigió: Stanley Kubrick. Si uno ha visto la película antes de animarse con el libro, verá que es inevitable que las poderosísimas imágenes de este director se sucedan en su cabeza mientras lee. Y es que la cinta supo captar a la perfección la esencia de la novela, hasta el punto de que sólo queda una manera posible de imaginarse escenas tan icónicas como ese comienzo en el bar Korova, la violación en casa de F. Alexander, o el tratamiento Ludovico.

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Hay muchas teorías acerca de esta extraña novela. Entre otras cosas, se afirma que Burgess la escribió en tan sólo tres semanas, tras ser erróneamente diagnosticado de una enfermedad terminal, con vistas a que su mujer tuviera asegurado un sustento económico. Sea esto cierto o no, parece que Burgess la considera una obra menor, y que quizá, de no haber sido por lo que hizo Kubrick con ella, hubiera pasado sin pena ni gloria por la historia de la literatura.

Sin llegar a ser una obra maestra, La naranja mecánica atesora unas cualidades que la hicieron profundamente innovadora y que permiten que no haya perdido ni un ápice de su fuerza. Quizá lo más llamativo sea el idioma en el que parte de ella está escrita; un peculiar argot inventado por Burgess, denominado nadsat, que es una mezcla de palabras de origen ruso, con slang Cockney y expresiones propias de niños pequeños. No se trata de un lenguaje que hablen todos los miembros de esta sociedad futurista, sino que es un dialecto de la subcultura adolescente a la que pertenece Alex. El “tronco” y el “mola mazo” de ese mundo, vaya.

Este curioso recurs

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o permite que el libro parezca escrito en una jerga macarra, sin que el paso del tiempo haga que las expresiones se tornen anticuadas. Por encima de esto, aporta un sutil toque de humor a lo que, de otra manera, sería una novela de lo más oscura. Y aunque en un principio pueda hacer que al lector le entre un poco de pánico por no enterarse de nada, lo cierto es que las palabras nadsat están introducidas de forma calculadísima para que, con un poquitín de lectura activa, uno pueda prescindir por completo del glosario que viene al final por si las moscas.

Prueba también de su capacidad para superar el paso del tiempo es que, pese a haber sido escrita hace más de medio siglo, la violencia entre sus páginas sigue resultando muy chocante. Habré visto la película decenas de veces y muchas escenas me siguen impactando. Pero en la novela la sensación se acentúa, sobre todo porque disminuye la edad de muchos de los personajes. Alex sólo tiene 15 años cuando comete los atroces crímenes que le harán terminar entre rejas. Y la famosa escena del trío a cámara rápida está protagonizada en el libro por dos niñas de diez años que son emborrachadas, drogadas, y después violadas por Alex. Casi na.

Pese a estas pequeñas diferencias (y a alguna escena eliminada, algún que otro par de personajes fusionados, y tres o cuatro frikadas añadidas por Kubrick), la película es sorprendentemente fiel

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al libro. Destaca la manera en que el director logró plasmar el horterismo y la obsesión con la sexualidad de la sociedad retratada, sustituyendo, eso sí, con cuadros y esculturas guarrindongas la moda entre las niñas de la novela de llevar pechos falsos de un metro de largo y jerseys con los nombres bordados de los amantes que tuvieron antes de los catorce años. Pero por encima de todo, destaca Alex. Me puedo imaginar pocos papeles más difíciles de interpretar que este, por muchas (y variadas) razones. Pero tras haber leído el libro, que está narrado en primera persona por este personaje, puedo afirmar que Malcolm McDowell fue capaz de traerlo a la vida de forma impecable (y tela de inquietante).

El único punto en el que la película se separa realmente del libro es el final. La novela contiene un capítulo extra que es obviado en la cinta de Kubrick, y que narra la redención de Alex. Entiendo que su función es la de introducir una especie de moraleja: el bien sólo surge realmente cuando el individuo lo elige de manera voluntaria; no puede, ni debe, ser impuesto por una fuerza externa. Más allá de que esté de acuerdo o no con esta idea, considero que el capítulo en cuestión sobra, por el hecho de desarrollarse con un tempo antinatural y ser completamente incoherente con el personaje. Desconozco la razón por la que Kubrick prescindió de él (hay explicaciones diversas por internet), pero me parece una decisión 100% acertada.

Por lo demás, si han vivido bajo una piedra y aún no han tenido un encuentro con esta obra, les recomiendo la experiencia La naranja mecánica, tanto la audiovisual como la sólo-visual. Eso sí, sensibleros absténganse. Advertidos quedan.

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