Un equipo estadounidense publica en Science la mejor prueba facilitada hasta ahora de la existencia de un antiguo curso fluvial en Marte. Así lo confirma el descubrimiento de conglomerados roca formada por una mezcla de piedras y arena en los sedimentos del cráter marciano Gale, por donde se mueve actualmente el rover Curiosity. Incluso se han detectado guijarros redondeados parecidos a los de los ríos terrestres. Los datos los han facilitado dos instrumentos del rover: la cámara del mástil (Mastcam) y el espectrómetro CHEMCAM, que analiza las rocas marcianas mediante un láser.
Los científicos estiman que el río marciano en esta región debió de tener entre 0,3 y 90 cm de profundidad, con una velocidad del agua de entre 0,2 y 0,75 metros por segundo. El nuevo estudio parece confirmar lo que otros ya habían sugerido antes: que las condiciones en el pasado de Marte fueron mucho más cálidas y húmedas que las actuales.
Este hallazgo permite a los científicos reconstruir la historia climática del planeta. «Para poder mover y moldear estos cantos rodados, el agua debería de haber corrido entre diez centímetros y un metro de profundidad, circulando a una velocidad aproximada de 3,6 kilómetros por hora, más rápido que en los cauces habituales de muchos ríos», explica Morten Bo Madsen, líder del grupo de investigadores del Instituto Niels Bohr.
Es por eso que no se ha tratado de corrientes esporádicas que se evaporaran rápidamente, sino que el agua habría discurrido por dicho cauce durante periodos de tiempo prolongados. Probablemente, el planeta poseería una atmósfera más densa que la actual, con unas presiones superiores, pues en la actualidad la presión es cien veces menor que la terrestre.