El nombre de Antonio Ruiz Soler probablemente no sugiera nada al lector de esta entrada pero sí el de su nombre artístico, Antonio, un excepcional bailaor español nacido en Sevilla en 1921 y fallecido en 1996.
Ofreció un enfoque nuevo del baile masculino español. En su esplendor, allá por los años 40 y 50, se volvió un virtuoso del giro y la castañuela. Estilizó el bolero y fue el primero que puso pasos al martinete, un solemne palo flamenco hasta ese momento reservado al punzante toque del yunque y la voz.
Sevilla le había visto crecer entre las escuelas añejas de Triana cuando el maestro Realito le exhibía como el niño prodigio que era. Poco después apareció junto a Rosario hasta que llegaron a ser los famosos "Chavalitos de España", la pareja de éxito en 1929 durante la Exposición Universal.
La primera consagración le llegó la soleada mañana en que bailó para Alfonso XIII y Victoria Eugenia. En cierto sentido Antonio inventó un género del ballet español y lo relacionó con el clásico. Las influencias que sus amigos Serge Lifar, Tamara Toumanova y Antón Dolin ejercieron sobre su baile, las transmitió tanto al espíritu de su compañía como de más de tres generaciones de artistas.
Su huella por la danza teatral española le sitúa a una altura donde solo están, por detrás, Antonia Mercé, Vicente Escudero, Encarnación y Pilar López y, por delante, Antonio Gades.