Y a nuestro lado vemos a algunos bien llamados periodistas, de esos que incomodan a los regímenes que nos gobiernan, de esos que no tienen miedo a decir la verdad aunque esto les implique perder el empleo en tiempos en los que cada familia lucha por conservar el suyo como el tesoro más preciado; vemos a personas que no se venden tan fácilmente y por eso se convierten en víctimas de los estamentos del poder, personas que no arriesgan su vida, pero si se juegan su estabilidad social y profesional.
En muchas ocasiones se ha debatido sobre si merece o no la pena arriesgar la vida por conseguir contar la verdad. Pero otra vez sale a colación la misma pregunta: si no lo hacen los periodistas, entonces ¿quién?
Grande sería el día en que los que dicen la verdad triunfen sobre los que se venden al mejor postor, mientras tanto trataré de mantener la televisión apagada, que es como mejor se ve.