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Aparicio se corta la coleta

Por Malagatoro

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El Fandi cortando la coleta a Julio Aparicio. Foto: Julián López/Aplausos


Rafael Cabrera en Recortes y Galleos:

“Estaba cantado, pero debió ocurrir antes. Lo de Julio Aparicio era arrastrar la memoria por el lodo fangoso de la ignominia y el deshonor. Las cualidades de torero de clase, las hazañas estéticas del pasado, no han podido reverdecer en estos años de penuria, de crisis en todos los sentidos incluido el ético, y poco a poco ha ido sucumbiendo a sus miedos internos, su apática actitud vital, las paranoias y la catatonia. Y un torero catatónico, incapaz siquiera de responder al estímulo del público, del toro, es una auténtica ruina para el arte.

Creí que se cortaría el apéndice capilar hace días. Cuando lo del otro día en Madrid, cuando arreció la bronca y las almohadillas las tiraron a dar, cuando se vio la decrepitud física, ética y estética del diestro, arruinado en su mismo ser, por sus propias carencias. ¡Qué lástima de torero!, porque lo fue. Atesoró gracias, profundidad, arte y cualidades de esas que llamamos eternas. En lo más recóndito de su corazón, allá en un lejano y oculto paraje de su alma, de su rebelde alma de artista creador. Y creó, ¡vaya si creó!, hermosas páginas para la historia de la tauromaquia, salpicadas entre la bohemia y el desorden de su devenir, sin continuidad, a ráfagas geniales. Se fue, al fin, y regresó a un principio cuando ya no había retorno posible. Y en ese vaivén de la vida, de su vida, de la recuperación del arte, se nos marchitó por completo, apareciendo sólo el espantoso y seco esqueleto óseo de lo que fuera su toreo, la imagen nervuda, tendinosa, temblorosa y putrefacta de la agonía táurica. No le olvidaremos, aunque debamos olvidar y pasar página a ésta su –hasta el momento- última tarde en Las Ventas, vestido de fucsia y un azabache que nos anunciaba negros y oscuros presagios.

Le cortó la coleta el Fandi con Perera de testigo… ¡hubiera tenido que ser el sin par Lagartijo el grande! O Curro, o Paula, o alguno de los excelsos artistas que han brindado y escrito páginas tan gloriosas como las suyas, aunque efímeras y escasas al fin. Su pasar por la fiesta nos volverá a retrotraer a pasadas experiencias cercanas al verdadero misticismo que debe envolver al toro y al toreo, olvidando fracasos como el de esta tarde de fucsia y azabache, carne y muerte.

No hay paliativos para su actitud de hoy, ni para la del otro día. Cuando uno se halla sumido en la vergüenza de lo que pudo ser y no es, cuando ni apenas se confía en sí mismo y en una remota resurrección, cuando ni aun se sueña con la faena perfecta, es que se ha muerto para el arte; se vive, como lo puede hacer uno en la muerte aparente, cataléptico, pero no se es sino una sombra, vago recuerdo de uno mismo, espectro que nunca debiera engalanarse con luces en la fiesta de la vida.” 


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