La Apertura de China al comercio exterior se dio a través de muchas batallas. Hasta el siglo XIX tanto China como Japón habían permanecido aislados del Mundo Occidental. Enemigos de todo contacto con pueblos extranjeros, se mostraron celosos conservadores de su cultura, sus tradiciones y sus costumbres; y lo que es más: tratándose de China, por ejemplo, hasta llegaron a considerar a los europeos como bárbaros, esto es, como poco desarrollados culturalmente. Pero es, desde la primera mitad del pasado siglo, que dichas naciones se ven obligadas, mediante acciones de fuerza, a abrir sus puertos a ingleses, norteamericanos y franceses. El extraordinario desarrollo de la industria y la apremiante búsqueda de mercados en territorios de ultramar, unidos a propósitos imperialistas, fueron las causas que generaron tal actitud de los occidentales.
Las Guerras
El decadente Imperio Chino, que constaba de dieciocho provincias, enclavadas todas ellas en los extensos y fértiles valles de los grandes ríos Yangtzé Kiang y Hoang Ho, contaba con los pequeños puertos de Macao, donde se admitía a los portugueses, y el de Cantón, a los ingleses y los holandeses, con quienes mantuvieron los chinos una muy limitada actividad comercial. El anhelo de aquellos extranjeros era, pues, incrementar tal intercambio y abrir, asimismo, mayores zonas de influencia europea. Ello lo lograrían, mediante violentas acciones militares,que les permitieron la apertura de los puertos de China al comercio internacional.
Primera Guerra del Opio (1839-1842)
Esta guerra tuvo su origen en la oposición que ofreciera China a la venta de opio en su territorio por una Compañía Comercial británica, y a causa, asimismo, de que el gobierno de Pekín dispusiera la destrucción de 20 000 cajones que contenían dicho estupefaciente de propiedad inglesa, depositados en Cantón. Como es lógico los chinos se quejaron de que el motivo del conflicto era obligarles a consumir opio, incluso mediante la coacción armada.
Inglaterra, frente a lo acontecido, respondió con poderosas acciones bélicas, las mismas que originaron la derrota de China, con la consiguiente firma del Tratado de Nanking de 1842, por el cual se abrieron cinco puertos a los comerciantes británicos, entre ellos los de Cantón y Shangay, a la vez que fue también cedido a Inglaterra el islote de Hong Kong. Poco después Estados Unidos y Francia obtendrían similares concesiones y franquicias.
Batalla de Amoy
Asalto a China
Durante toda la Edad Moderna, en el extremo oriental de Asia, el gigantesco imperio chino continuó cerrado sobre sí mismo, al abrigo de la Gran Muralla y separado del resto del mundo por los grandes desiertos asiáticos, permaneciendo totalmente ajeno al progreso de la historia humana. Pero con el despertar del Colonialismo del siglo XIX, las Potencias europeas creyeron oportuno reintegrar al concierto internacional esas vastas y ricas comarcas. Y bien pronto encontraron el pretexto para hacerlo.
Hacia 1840, el emperador de China, con fines moralizadores, había prohibido el uso y el comercio del opio en todo el país. Todos acataron esa disposición menos una Compañía Comercial británica, que a pesar de la orden continuó introduciendo de contrabando la mercadería prohibida. En cierta oportunidad se descubrió una partida de millares de cajas clandestinas, y el gobierno ordenó su destrucción.
Esta medida, totalmente legítima, desató la Guerra del Opio; Inglaterra intervino de inmediato en defensa de los intereses de la Compañía bombardeando con sus buques la ciudad de Cantón y varias otras populosas pero frágiles poblaciones, causando en ellas millares de víctimas. Ante este brutal ataque, China pidió la paz. El Tratado de Nankin, de 1842, declaraba abiertas a los europeos varias ciudades del país y entregaba a Inglaterra la isla de Hong Kong. Diez años después esta medida se extendía a todo el Imperio: China dejaba así de ser el Continente Prohibido.
Segunda Guerra del Opio (1858-1860)
Rebelión de los Boxers
Esta nueva contienda, que originó la ocupación de Pekín, capital del Imperio Chino, por los ejércitos anglo-franceses, dio como resultado la firma de los tratados de Tient-sin y Pekín, por los que concedieron los chinos, a ingleses y franceses, nuevos puertos libres en el litoral del Norte, como abrieron también el río Yangtzé a la navegación extranjera.
A fines del siglo XIX. China fue derrotada por el Japón, nueva potencia surgida en Asia, pero no pudo obtener los frutos de su victoria, porque Rusia promovió una intervención conjunta con Alemania y Francia para defender la integridad de China (1895). Japón debió de contentarse con la adquisición de la isla de Formosa y el pago de una indemnización. Todos estos desastres parecieron llevar a la desintegración del Imperio Chino. Las distintas potencias se apresuraron entonces a conseguir nuevas tierras y nuevas concesiones de orden financiero y comercial. Pero en el año 1900 estalló en China una revolución nacionalista, promovida por la sociedad secreta de los bóxeres. Un ejército internacional, integrado por europeos, norteamericanos y japoneses, venció a los chinos, quienes debieron pagar una indemnización y reconocer las concesiones efectuadas hasta entonces. Sin embargo, las potencias coligadas garantizaron la integridad de China, con lo que acabaron los intentos de reparto.
A partir de ese momento, el gobierno chino realizó reformas en la milicia, en la economía y en la enseñanza. Surgió un partido democrático y nacionalista, encabezado por el médico Sun Yat Sen. Quedó abolida la Monarquía y se proclamó la República (1912), y él fue su primer presidente.
Firma del Tratado de Nanking