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Aplastar los sueños mientras salvas unos pocos muebles (Radical)

Publicado el 18 mayo 2024 por Sesiondiscontinua
Aplastar los sueños mientras salvas unos pocos muebles (Radical)Si algo tiene de bueno Radical (2023) de Christopher Zalla es que no insiste en los esquemas dramatizados que hemos visto otras veces (alumnos con problemas que se recuperan dentro del sistema, profesores y tutores que traspasan las líneas rojas que les impone el sistema para no perderlos por el camino), sino que se la juega con un enfrentamiento directo un contexto (el de las aulas) que todos conocemos (problemas abrumadores y escasez de medios para atajarlos, siquiera enfrentarse a ellos). Es ya casi un género por derecho propio, puesto que hablamos de una crisis --la de la educación-- que no va asociada siempre y necesariamente a las variables socioeconómicas habituales (nivel de vida, bienestar económico, estabilidad política), y la inmensa mayoría de cinematografías retratan el tema desde una perspectiva negativa y de necesidad de cambio. Lo que suele variar de un título a otro es la dosis de optimismo (aquí van unos pocos ejemplos meritorios, ordenados de menor a mayor optimismo): El profesor (2011), La clase (2008), La profesora de historia (2014), El buen maestro (2017), Coach Carter (2005). Queda lejos el tiempo en el que hablar de la situación en las escuelas era sinónimo de posicionamiento político y, por tanto, había que andar con pies de plomo en lo que se decía y/o sugería: Rebelión en las aulas (1967) de Sidney Poitier --que supuso una sacudida total por tratar el tema racial y el fracaso escolar a la vez-- o Mentes peligrosas (1995) que, con un relato muy similar, actualizaba el contexto social de un mismo conflicto explosivo (marginación, desigualdad, racismo). Aunque precisamente por la presión de la industria, ni el diagnóstico ni el final solían ser excesivamente deprimentes ni subversivos.
En Radical nos encontramos con un punto de partida bien alineado con el género al que se inscribe: en un pueblo mexicano donde la pobreza y las mafias campan a sus anchas, la urgencia por la supervivencia impide a los niños y niñas (sobre todo a ellas, que tienen que cuidar de sus hermanos pequeños, o ayudar a sus padres) encontrar en la educación esa oportunidad de subirse al ascensor social y romper esa dinámica de vulnerabilidad y precariedad tan lucrativa para todo poder impuesto. Sin embargo, la historia va por otro lado: Sergio, un profesor sustituto recién llegado, aplica desde el primer día un método radical --como el título-- cuyo único objetivo es estimular el interés por el aprendizaje y lograr que sus alumnos deseen ir cada día a la escuela. Nada más (y nada menos). Sin temarios, clases magistrales, ni exigencia de resultados; la curiosidad y los retos de descubrimiento que propone Sergio son suficientes para poner en marcha el círculo virtuoso de la pedagogía. Y es que, a estas alturas, ya nos hemos dado cuenta de que la escuela (tal como se concibió en los tiempos de la revolución industrial) no tiene que enseñar cultura y saberes técnicos, sino dotar de medios para la supervivencia, procurar un crecimiento interior y, puestos a pedir, adquirir capacidades comunicativas, lógico-argumentativas y espíritu crítico. A partir de aquí, el resto de la película es la crónica de un conflicto anunciado (que sí, basado en hechos reales) que puede sorprender mucho o poco por la forma en que se narra y las historias personales que involucra; pero es la naturalidad de las situaciones y la sencillez brutal de los personajes --mi favorito, el director, cuya implicación a pesar de su escepticismo es conmovedora-- lo que sin duda atrapa a las audiencias predispuestas.

En definitiva, un filme deliberadamente crítico, sí, pero que no se entretiene chapoteando en las posibilidades dramáticas del problema. Prefiere zambullirse sin complejos en la impugnación total --radical-- de la totalidad del sistema educativo realmente existente, y de paso propone una alternativa metodológica que intenta que los alumnos aprendan a aprender. Este intento de asalto llena toda la película y aunque en conjunto el balance es optimista, no se olvida de quienes no lo consiguen por imposición familiar y ven aplastados sus sueños y posibilidades (y que se concreta en una escena triste y desarmante). Radical aspira a la utopía de un vuelco brutal en una organización tan sumamente compleja que tardaremos años en comenzar a ver los resultados de cualquier cambio. El primer reto --también el más complicado-- es ponerlo en marcha.

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