Revista Arte

Apología de la naturaleza

Por Raquelcascales @rcascales
Las vacaciones son una especie de gusano galáctico que te tienen la característica de trasladarte a otro espacio con otro tiempo. Un tiempo más largo y pesado de lo normal. Un tiempo que camina lento e, incluso, parece esperar a que llegues. A que llegues a ver aquella lagartija que camina con el corazón en el cuello o contemplar aquellos rayos de sol atravesando las nubes o pienses si lo que hacen aquellos pajaritos en la piscina es un entrenamiento o un simple juego.
La naturaleza es de esas realidades valiosas en sí mismas, que es mejor tomar sin conservantes ni colorantes. Consumir preferiblemente a bocanadas, a bocajaro, a quemarropa. De esa manera la contemplación puede ser más directa sin que proyectemos los miles de paisajes fotográficos que llevamos incorporados, sin que medie una sensibilidad almidonada de artificialidad.
Apología de la naturalezaLa naturaleza es hermosa por su grandiosidad, pero generalmente la hace grande los miles de elementos pequeños que la componen: la brizna de hierba, la fila de hormigas, la gota de lluvia. A veces escucho una cierta queja de lo que se defiende hoy en día "la naturaleza" y lo que se ataca a la vida humana. A mí también me parece una contradicción, pero me da pena ver que, en algunas ocasiones, esas mismas personas tampoco entienden la dignidad de los animales y de la protección de los entornos naturales. Nosotros mismos formamos parte de esa naturaleza, con la diferencia de tener el encargo de cuidarla.
Uno de los grandes discusiones del arte actual es si debe o no ser/representar la belleza. Pienso que esas discusiones son consecuencia, especialmente (aunque no sólo) de haber perdido progresivamente la contemplación de la belleza natural. Ahí es donde verdaderamente puede admirarse la belleza, incluso en mayúsculas.

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