La primera vez que oyó hablar de los bosquimanos fue gracias al negre de Banyoles. Bueno, en realidad no sabía que se trataba de un bosquimano, sólo de un negro pequeñito y punto. Un horror, herencia del colonialismo más atroz. La segunda vez que oyó hablar de los bosquimanos fue en el museo de la prehistoria de Altamira y, por casualidad, estas vacaciones.
A la espera de entrar a la Neocueva, la réplica exacta de la conocida Capilla Sixtina del arte rupestre, por matar el tiempo, vio un documental sobre una de las tribus más antiguas del planeta. Increíble saber que, con matices, continúan viviendo del mismo modo que los artistas de Altamira, que se estudió su ADN y el hallazgo de la presencia del haplogrupo Y-A, demuestra que son genéticamente similares a los primeros humanos que abandonaron África.
Ya, dentro de la Neocueva, la sorpresa, la excitación. Algo que les persiguió toda la jornada. Y ya, en el hotel, tras la cena y chupando wifi y sendos gintonics continuaron googleando. El origen del lenguaje, de la escritura, el origen y simbolismo del arte rupestre. Una curiosidad que les llevó al origen de las Pirámides, a los 300 elementos mágicos que componían el ser humano según los egipcios, el legado maya o la conspiración del caso Roswell. Todo y más, hasta que el sueño les venció.
Recuerda esa noche como la mejor de sus vacaciones, siguiendo la máxima del TIL, Today I learnt. Debe ser porque está leyendo últimamente demasiados libros sobre creatividad. Porque ve o quiere ver el mundo de otra manera. Se leyó de una sentada “La creatividad”, de Luis Bassat. Altamente recomendable. Y al principio de éste, el autor propone un juego al lector: que se describa con una lista de adjetivos para comprobar si encaja con la personalidad creativa. El primer adjetivo que encabezó su lista fue: curiosa. Quizá debiéramos educar a nuestros hijos como lo hicieron nuestros padres: Invitándoles a pensar, jugando a adivinanzas en el coche o a descubrir formas en las nubes. Y ¿usted qué se lleva consigo de sus vacaciones?