Revista Música

Aprender a cantar: Valora tus avances

Publicado el 26 octubre 2012 por Voxtechnologies @VoxTechVS
Siempre he sido muy impaciente con todo a lo largo de mi vida, y con esto del canto no ha sido distinto. Para depende qué cosas la impaciencia es buena, pero definitivamente no para el canto.
Siempre tendemos a querer saber cuándo podremos hacer esas notas agudas, cuándo podremos darle más potencia a nuestra voz, cuándo tendremos el vibrato a nuestras órdenes, etc. Esto fija unas metas en nuestra mente que no son reales, y nos centramos en qué queremos conseguir, sin ver los pasos necesarios para llegar a ello.
Ya he explicado varias veces lo mal que me ha ido con los profesores de canto, pero esto no trata de esos tiempos. Esta vez me centro en cuando empecé a avanzar realmente con un buen profesor.
Para bien o para mal, siempre he tendido a forzar mi voz de pecho, sobretodo en las notas agudas, así que empezamos a trabajar en quitar absolutamente todas esas tensiones. Eso quiso decir bajar mi volumen a niveles extremadamente bajos, a permitir que los gallos apareciesen sin control alguno, a hacer los ejercicios con voces que parecían de dibujos animados y alguna que otra cosa que en nada se parecía a lo que yo estaba buscando. Aunque sí es verdad que desde el primer momento prácticamente toda la tensión había desaparecido, no le di importancia en aquel momento, ya que lo que yo quería era tener esas notas agudas. Incluso creo que habría gente que, de haberme oído, habría dicho que eso era retroceder y no avanzar.
Pero yo quería mejorar. Realmente lo quería. Así que hacía día tras día los ejercicios que me había asignado mi profesor, semana tras semana. En los dos o tres primeros días, el flip se hacía cada vez más difícil de oír e incluso de sentir, cada vez me era más fácil hacer esas notas altas, mi rango estaba aumentando e incluso mi volumen aumentaba, pero no con el sonido en que yo quería, así que mi impaciencia me empezó a hacer malas jugadas. Yo seguía queriendo esa potencia, ese volumen, así que después de hacer los ejercicios, probaba de hacer canciones. ¿Cuál era el problema? Que era demasiado pronto, por lo que volvía a forzar mi voz de pecho, volviendo a los malos hábitos y así retrasando mi aprendizaje. Cómo me arrepiento de no haber valorado lo suficiente aquellos avances.
Así pasaron unas pocas semanas, hasta que llegó el día en que decidí dejar de hacer eso. Me dediqué plenamente a los ejercicios y a nada más, centrándome en los pasos del camino, no en el final de éste. Fue una buena decisión. Los avances cada vez eran mayores, cada vez me costaba menos encontrar esa puerta tan pequeña para conectar mi voz de pecho con mi voz de cabeza, poco a poco el aumento de volumen con un sonido que al principio no me gustaba se estaba convirtiendo en un sonido muy parecido a mi voz de pecho, pero lo podía hacer con mucha más facilidad.
Cuando muchos profesores de canto decimos que los resultados se notan desde la primera clase, nos referimos a esto, pero me he dado cuenta que, cuando empezamos a estudiar clases de canto, la inexperiencia no nos deja ver lo importantes que son estos avances, y muchas veces nos desanimamos o al llegar a casa después de la clase, volvemos a cantar utilizando nuestros malos hábitos.
Cuando estés confundido en casos como este y la impaciencia se quiera interponer en tu camino, guíate por la regla más básica: cantar debe ser fácil. Si algo te supone un sobreesfuerzo, si tu garganta te empieza a picar o a hacer una especie de cosquilleo, etc. algo estás haciendo mal, y cuanto antes dejes de hacerlo y volver a encaminarte, más rápido avanzarás. Si consigues conectar tu voz de pecho con tu voz de cabeza, o si es haciendo notas que antes no podías, o si de repente puedes hacer vibrato de forma fácil y natural, céntrate en si lo estás haciendo un poquito mejor, ignorando por completo el sonido de tu voz, ya que éste es temporal y sólo necesita ser entrenado.
Aún me queda muchísimo por aprender y practicar, y aún a día de hoy esa impaciencia me sigue jugando malas pasadas. Es el destino del ser humano: siempre queremos lo que no tenemos, y lo queremos YA, pero es nuestra responsabilidad sobreponernos a ello y aprender a reconocer y valorar esos pequeños resultados, que son los que al final nos acercan poco a poco a nuestro objetivo.

Volver a la Portada de Logo Paperblog