Hay que aprender a educar sin gritar, hay que hacerlo para transmitir a nuestros hijos la idea de que con la violencia no se resuelven los problemas, que la violencia genera más violencia y está claro que cuando gritamos nos volvemos violentos. La violencia verbal, los gritos, los insultos, las amenazas, no educan. Y no me canso de decirlo aunque en muchas ocasiones, lo admito, yo también he perdido los papeles y he gritado. Por eso digo, con la cara bien alta, sabiendo que es un error gritar que hay que aprender a no hacerlo si lo que queremos es educar. Es necesario y urgente al igual que lo es dejar de zarandear o abofetear. No sirve de nada, solo nos aleja más y más de nuestros pequeños.
Hay que aprender a educar sin gritar, sin alzar la voz, porque nuestros hijos no oyen mal, no nos desobedecen porque no hayan oído lo que les hemos dicho que hagan, lo hacen porque son niños y prueban límites, lo hacen porque son niños y su noción del tiempo es otra, y su concepto de cosas importantes es totalmente distinto al nuestro. De nada sirve gritar para que se laven los dientes, dejen de correr por la casa o de saltar en el sofá, para que hagan los deberes o se sienten a cenar. No, gritar no nos ayuda a ninguno. Gritar nos pone en contra de nuestros hijos, perdemos cualquier autoridad moral y … ¿qué valores transmitimos?
Sí, somos humanos y nos equivocamos. Somos humanos y perdemos la paciencia. Somos humanos y tenemos la capacidad de aprender de todo cuanto hacemos bien y de todo cuanto hacemos mal. Y sabemos que gritar no está bien, no está bien gritarle a un niño pequeño, ni a un adulto ni a un anciano por algo que no sabe hacer, por algo que olvida o por algo que no le apetece recoger. No, gritar no está bien y por eso cada día tenemos la oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos que podemos educar mejor, sin gritos, sin amenazas ni chantajes.
Cada día, cada momento que pases sin gritarle a tu hijo será una victoria. Prémiate por ello, rétate a ti mism@ a pasar un rato más sin alzar la voz.