Ayer estuve en la Academia de Bellas Artes de San Fernándo viendo la exposición de Rafael Sanz Lobato. Resulta curioso, cómo llegó la información de la exposición a mí.
Por diversas razones he tenido que cambiar mis rutinas y todos los días, cuando subía las escaleras del metro, me cruzaba con la mirada desafiante de esta muchacha.
Día tras día, le devolvía la mirada, y me decía algo que no lograba entender. Hubo un día, que aproveché para pararme y ver qué anunciaba aquella foto y me encontré con él: Rafael Sanz Lobato. Ese día por la noche, le busqué en internet y encontré otras fotografías que me trasladaron a una España profunda que desconocía y que no quería perder. Y no me ha defraudado.
Hubo dos momentos que viví en la exposición que me gustaría compartir con vosotros. El primero fue cuando comencé a ver un vídeo en el que explicaba el artista su trayectoria en primera persona. En él, iba contando cada una de sus etapas, y hubo una que me llamó especialmente la atención. Hace unos años, en un momento de inflexión de su vida, se dio cuenta, de que había conseguido lo que él que quería: hacer de su afición su trabajo. A pesar de que aquello le debía de llenar de alegría, fue consciente de que lo había realizado a costa de tantas cosas, que había perdido su esencia. Había perdido la pasión con la que trabajaba años atrás. Se había convertido en un publicista, perdiendo su identidad como fotógrafo. Por lo que volvió a sus trabajos en blanco y negro, contraste y brillo.
La segunda fue cuando vi sus trabajos como retratista. En ellos intentaba sacar lo más significativo de cada uno de aquellos famosos que yo desconocía. Eran imágenes que me iban transmitiendo mucha energía, y caminando, ensimismada por lo que estaba viendo, sin querer, me vi reflejada en uno de ellos, por la luz, el cristal y la casualidad. Me vi allí, mirando el marco, siendo fotografiada como aquel al que yo miraba. Hubo un par de segundos en los que no sabía quién miraba a quien. Y fue un momento mágico. El protagonista de la fotografía pudo salir del espacio y el tiempo en el que fue tomada la foto y yo fui capaz de trasladarme allí.
Y por fin entendí la fotografía.Y por fin entendí que era un momento perfecto para pararse y pensar. Porque los momentos de inflexión aparecen a lo largo de toda una vida. El problema, es que es muy difícil que el ser humano se haga la pregunta, y mucho más que intente buscar una respuesta.
*Exposición temporal hasta el 8 de septiembre de 2013.