En el continente más inhóspito del planeta, al pingüino emperador parecen encantarle los atascos de tráfico. ¿Por qué? Las temperaturas antárticas alcanzan los -51º C, por lo que mantenerse apiñados ayuda a los machos incubadores a mantener el calor y conservar la energía. Sin embargo, a diferencia de los embotellamientos humanos, en los que cada conductor actúa de forma individual, los pingüinos lo hacen en grupo, como una unidad. Un equipo de investigadores descubrió en 2011 que cuando un pingüino se mueve aunque solo sea un par de centímetros, genera olas de movimiento en todas direcciones causadas por la reubicación de sus congéneres.
Otras aves se concentran en bandadas, y numerosas especies de peces se agrupan en bancos. "Pero el comportamiento del pingüino emperador es distinto: intenta reducir el espacio entre los individuos [para mantener el calor]", explica el físico Richard Gerum, de la Universidad de Erlangen-Núremberg. Sus modelos sobre la aglomeración de los pingüinos podrían un día servir para favorecer el tráfico humano. Imitando esos modelos –y los movimientos de compensación–, podríamos imaginar un futuro con automóviles sin conductor que viajen a apenas pocos centímetros unos de otros.