Barrancos en esta Toledo enmurallada, con puertas bajo cuyos arcos se fugó la corriente de la historia. Callejuelas empinadas hasta para llegar a la plaza de Zocodover rodeada de portales. Parece que la catedral maravillosa disputó durante una manifestación humana o en una procesión nutrida, para conquistar su sitio entre el apretujamiento de edificios viejos. Toledo está apretada por sí misma y por el pasado detenido aquí al conjuro de uno de esos milagros árabes (...)Cuando el bus se detiene bajo la puerta que otrora no se abría a extraños, la arquitectura mudéjar se impone en sus arcos, en sus salientes. Esta sí es una entrada triunfal y cotidiana. Ya estamos en lo antiguamente prohibido. Las calles trepan y se hunden como en perpetuo movimiento. Las callejuelas por donde el vehículo pasa restregando las paredes, nos dan de pronto con un cuadrito de jardín en las narices. ¡En las narices! Por ellas entra la emanación del clavel que aquí he venido a saber que no es andaluz, sino que lo llevó de Túnez Carlos V.
Hernán Robleto. Color y calor de España (1957)