De fondo, el problema de conocer lo que opina la ciudadanía en países con escasa tradición cívica. Con escasos valores cívicos. Nadie se esperaba que, tras la revolución del 25 de enero (qué aficionados son los árabes a recordar con fechas), Morsi acabara ganando las elecciones. Fue una sorpresa para la élite liberal urbana del país, me dice mi interlocutor.
Morsi fue perdiendo popularidad a pasos agigantados. El proyecto constitucional no gustaba a los laicos, y los malos resultados de su ¿política? económica precipitaron su caída Al final, Kaplan, como tantas otras veces, tenía razón. No es fácil que Túnez o Egipto acaben como Libia o Jordania. En países con tradición urbana las sociedades tardan mucho más en desintegrarse. Pero también hay un drama: la sociedad no avanza, no se genera ciudadanía para todos y la distancia con la élite es cada vez más grande.
Despego del Cairo. Volveré.