En una reivindicación de lo mejor de su catálogo, el sello Caballo de Troya reeditó en 2011 los dos libros de relatos de Luis Magrinyà bajo el título "Cuentos de los noventa", en un grueso volumen de agradable tacto rústico que reúne al completo "Los aéreos" y "Belinda y el monstruo", además de otros aparecidos en revistas y que tienen el mayor interés para los lectores de un escritor tan notable como secreto. Esta clase de publicaciones está llamada a tener fugaz presencia en las librerías, como la de un delfín que salte ante nuestros ojos y se hunda en el mar de nuevo; podremos decir que lo hemos visto, pero al cabo del tiempo apenas lograremos describirlo. Ahí está la respuesta a la pregunta inquisitiva que se nos suele hacer a los compradores de libros: sí, ya sé que a veces adquirimos más de lo que nos aconsejaría nuestro ritmo de lectura, pero no lo hacemos con el carácter caprichoso o compulsivo que frecuentemente se nos imputa:, sino conscientes de que esos títulos que nos llevamos a casa tarde o temprano serán leídos, y que de no obrar así tendremos posteriormente bastantes dificultades para encontrarlos. Sí, se nos puede decir que todo está disponible hoy día en internet a través de la compra online, pero sigue sin haber nada comparable a la experiencia estética de entrar en una librería y localizar una de esas piezas deseadas que llevamos siempre en la cabeza o en un cuaderno.
Magrinyà es un escritor esquivo, de prosa discursiva y próxima al 'grand style' anglosajón a través de la cual se nos plantean con ritmo pausado y levedad argumental los conflictos a que se ven sometidos sus personajes, siempre indecisos y a menudo indolentes. El tono ensayístico -más que narrativo- con el que sin embargo analiza algo tan propiamente novelístico como la vida privada constituye el rasgo característico de su estilo. Un estilo que puede hacer desfallecer a los lectores habituados a la simpleza, efectismo y rapidez de la narrativa contemporánea, pero que reserva el mayor disfrute literario para quienes persistan, pues más allá de tramas y escenas la escritura del autor crea por sí sola suspense y enigma: necesitamos seguir leyendo para saber adónde nos conduce, perseguimos las frases en busca de una resolución que lo es de previos razonamientos -y no de peripecias o aventuras-, y agradecemos la mínima recompensa que por vía de los hechos culmina la narración. He leído en estos días uno de los relatos no incluidos en los libros previos: 'Algunos puntos oscuros de la biografía de Mystère', y lo cierto es que merece colocarse a la altura de los mejores suyos. Mediante el recurso de la glosa a una falsa bio-bibliografía -algo que emplea también el abajo firmante en el todavía inacabado "Apuntes para una biografía del profesor Faure"- el autor nos introduce en una vida de una figura nebulosa, como suelen serlo sus personajes, a través del discurso racionalizado del narrador y, a su manera, nos cuenta una historia que se permite incluso terminar con una discreta vuelta de tuerca. Pero es la mera lectura de esta prosa tan personal lo que nos enriquece y acerca a la comprensión de lo que debe ser la literatura como expresión artística: un camino propio en la generación de sentido, conocimiento y placer estético.