La literatura posee una función predominantemente estética, que permite al lector recrearse y distraerse, logrando la separación del mundo real hasta lograr una intimidad entre el libro y el lector, que no se rompe cuando el libro se cierra, sino que persiste por el resto de la vida de ese individuo ya que recordará ese argumento en otras situaciones de su vida futura.
Teresa Colomer (1999) nos comenta que: Podemos dividir en tres las funciones que cumple la literatura infantil y juvenil: iniciar el acceso a la representación de la realidad ofrecida a través de la literatura y compartida por una sociedad determinada; desarrollar el aprendizaje de las formas narrativas, poéticas y dramáticas a través de las que se vehicula el discurso literario, y ofrecer una representación articulada del mundo que sirve como instrumento de socialización de las nuevas generaciones.
El hecho de leer, como nos lo explica Colomer, implica no sólo un acercamiento a lo que son las formas narrativas, poéticas y teatrales, tampoco se limita a recrear a un lector, sino que ayuda a entender una sociedad y una realidad específica, y esa, además de la función estética, es una de las características fundamentales por la cual la enseñanza de la literatura es tan relevante en las escuelas.
Foto cortesía de: Piulet
Podríamos decir que la lectura acompaña al niño en la escuela durante todas sus etapas hasta la juventud, y es allí cuando los intereses, las necesidades y las orientaciones cambian significativamente, dándonos cuenta, desde nuestra óptica de docentes, que es cada vez más difícil poder satisfacerlos con libros que los atrapen de igual modo como lo hacían los cuentos años atrás. Cuando los alumnos llegan a la adolescencia, se encuentran con profesores monótonos que asignan obras que en la mayoría de las veces no están adaptadas a sus intereses y es por esa razón, que se pierde un gran terreno que ya estaba ganado para el acercamiento de los jóvenes a la lectura. Particularmente pareciera que ese es el error más significativo que cometen los docentes de esa etapa, porque si la escogencia de los libros saliera de los propios alumnos, suavizaría el encuentro y la aceptación de ese texto, por esto quizá lo más beneficioso es brindarles la libertad que se merecen: poder leer lo que ellos escojan.Por otro lado, en la escuela tradicional la lectura está concebida como lo explica Hernández (1997) como: un simple acto mecánico de decodificación, sin importar la búsqueda de significado y el sentido comunicativo que esto ofrece. Leer, entonces, se convierte en un acto ajeno a los intereses y deseos del niño, sobre todo porque no parte de una propuesta significativa, sino más bien se imparte desde la obligatoriedad y desde la autoridad; con materiales de lectura nada cautivadores, y sí lo bastante vacíos y carentes de significado como para que nunca más desee leer otro de esos materiales durante toda su vida.
Con respecto a esto, la educación estaba colmada de obligatoriedad, castigo, sumisión y memorización, lamentablemente la lectura era uno de los aspectos que se satanizó por el tratamiento que se le daba en el aula de clase. La lectura fue por mucho tiempo el castigo que los niños recibían al portarse mal y ha sido tipificada como aburrida, y tediosa, por tal motivo, la tarea del contexto en el que nos hallamos integrado por: el docente, los padres, la comunidad, los medios de comunicación y las bibliotecas entre otros, es cambiar la mentalidad y la valoración que se le tiene al acto de leer frente a otras actividades que los niños realizan como ver televisión, jugar los video juegos y navegar por internet. Frente a esto, la función de los docentes actuales debe ser contraponer esa lectura recreativa paraes que deje de verse como un castigo y un gran aburrimiento.
Foto cortesía de: queleer.com.ve
Asimismo, esta relación niño-lector que se tenía, ha creado que los adultos de hoy no consideren la lectura como una actividad realizable o agradable para su cotidianidad; por tal motivo, la promoción de la lectura busca romper con esta idea y que impide que los libros cuajen de nuevo en la vida diaria de las personas para ello, los adultos deben tomar conciencia de que si quieren que sus hijos o alumnos lean tienen que comenzar primero a enamorarse ellos de la lectura para que el mensaje que se transmita sea de complicidad y amistad con el libro. Con respcto a esto, Francesco Tonucci (2000) afirma que: “Un adulto al que no le gusta leer nunca podrá suscitar en sus alumnos esa actividad. Por ello, el maestro que quiere educar a sus alumnos en la lectura deberá apasionarse con ella antes que nada” la visión de que el maestro también lee, les da a los alumnos esa motivación que falta para inculcar el rol de mediadores entre el niño y la lectura, y si el libro que los alumnos escojan es leído y compartido con ellos por el docente, mejora aún más el acercamiento del niño hacia el libro.Para concluir retomamos las ideas fundalentales:
-Darle la posibilidad a los niños y jóvenes de escojer sus propias lecturas, adecuadas por supuesto con su edad y su contexto.
-No asociar la lectura con castigo.
-Dar ejemplo: que tus hijos o tus alumnos te vean leer y disfrutar con ello.
-Mientras más te guste a ti como adulto la lectura te será más fácil animar para que otros lean.
Aquí les dejo estos links:
-Los libros más vendidos de Teresa Colomer en Casa del Libro:
http://www.casadellibro.com/libros-ebooks/teresa-colomer/65850
-El blog de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci:
http://apfrato.blogspot.com.es/
-Los libros más vendidos de Francesco Tonucci en Casa del Libro:
http://www.casadellibro.com/libros-ebooks/francesco-tonucci/47115