Revista Opinión

Apuntes sobre Vejer II: El garrote en la plaza pública

Publicado el 10 octubre 2016 por Jcromero

Aunque no hay datos concretos sobre cuándo comenzó a utilizarse, se sabe, por bajorrelieves de la época, que ya se usaba en los tiempos de la República Romana. En España, el uso de esta siniestra herramienta de ejecución es muy anterior a la implantación como procedimiento legal para acabar con la vida de los condenados a muerte. Prueba gráfica de ello la encontramos en el arte: una tabla de Pedro de Berruguete (1495) titulada " Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán" o el aguafuerte conocido como " El agarrotado" de Francisco de Goya, fechado entre 1778 y 1785.

El rey Fernando VII, en 1832, firma un decreto por el que hace sustituir la horca por el garrote al considerarse que este artilugio era un procedimiento más rápido, eficaz y humanitario que la horca. El decreto en cuestión diferencia entre garrote noble, ordinario y vil, según el origen, poder y riqueza del condenado a la pena capital.

Aunque el garrote era un siniestro instrumento de ejecución que partía el cuello del condenado, este argumento de la eficacia y del humanitarismo hacia el condenado, se mantuvo a lo largo de los años. Con una buena dosis de humor negro, Rafael Azcona y Luis García Berlanga lo utilizaron en una escena de El verdugo (1963). El personaje que interpreta Pepe Isbert, en un momento de la película, afirma: " Me hacen reír los que dicen que el garrote es inhumano. ¿Qué es mejor, la guillotina? ¿Usted cree que se puede enterrar a un hombre hecho pedazos?". Aunque se trata de un gag, la justificación supuestamente humanitaria coincide con el razonamiento usado a principios del siglo XIX y que mantendría el régimen de Franco en favor del garrote. Las últimas personas ejecutadas con este procedimiento fueron, en maro de 1974, el antifascista catalán Salvador Puig Antich y el ciudadano alemán Georg Michael Welzel,

A continuación se reproduce la crónica publicada en el periódico La España, el día 20 de marzo de 1851, sobre la ejecución en Vejer de un reo condenado por asesinar a su esposa. A considerar, aspectos como el papel de la Iglesia en este tipo de ejecuciones y el carácter público de las mismas. El texto que se reproduce mantiene la ortografía con la que fue publicado.

Nuestros lectores tienen noticia del atroz asesinato cometido en Vejer, provincia de Cádiz, á fines de diciembre último, pues á su debido tiempo nos ocupamos estensamente de aquel lamentable suceso, y de la formación de la competente causa. También anunciamos que el juzgado de primera instancia habia condenado á la pena de muerte en garrote á Juan Romero, asesino de su esposa. Confirmada la sentencia de muerte por el tribunal superior, entró en capilla el reo el dia 6 del actual á las doce de la mañana en dicha villa de Vejer, y subió al patíbulo el dia 8 á la misma hora. El juez de primera instancia del partido don Cristóbal de Castro y Pisa, y el promotor fiscal don José María Solo, constituidos en audiencia pública, autorizaron con todas las solemnidades del Código penal el terrible castigo impuesto por la ley al parricida. El pueblo todo sin distinción da personas ni de sexos, y sin el menor desorden, presenció en el mas profundo silencio los actos preliminares y el fin del suplicio.

Juan Romero recibió los consuelos y auxilios espirituales que le prodigaron á porfía la junta de beneficencia y clero: fué asistido hasta el último momento por el padre cuaresmal don José Mercier. Este sacerdote, consumada la ejecución, alzó la voz desde el patíbulo y dirigió, según escriben de Chiclana, cabeza del partido, una oportuna y patética exortacion á los esposos y á los padres de familia, demostrando con tan palpable y terrible ejemplo el término fatal de las pasiones cuando no se moderan con el temor de Dios y la educación cristiana.

La religión, único recurso de las grandes penas y adversidades, dió también al infeliz reo los consuelos que le eran tan necesarios, y .se le vieron en sus postreras horas señales de enternecimiento, resignación y esperanza: mandó, nos dicen, hacer sufragios por su alma y la de su esposa Antonia Ceballos que habia bárbaramente asesinado; y asi añaden ha concluido este notable proceso antes de cumplir los tres meses de haberse cometido el delito.


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