El viejo Ernestasentó la frentecontra los cañonesde su escopeta,cerró los ojos,vio que un león se acercabay disparó.
Francisco Hernández
El viejo 'Papa Hem' en tiempos de africana cacería.
El año próximo habrán transcurrido 50 años del suicidio de Ernest Hemingway (1899-1961), Premio Nobel de Literatura y uno de los escritores más populares del siglo XX.
La estirpe de Hemingway, como se sabe, estuvo marcada por intensa propensión suicida: suicida su padre, Clarence (1928); suicidas sus hermanos Ursula (1966) y Leicester (1982) y también su nieta la modelo y actriz Margaux (1996).
Kay Redfield Jamison, la autora del best seller Marcados con Fuego - La enfermedad maniaco depresiva y el temperamento artístico, incluye al escritor entre los portadores de este padecimiento llamado hoy trastorno bipolar. Un fragmento tachado de una de las narraciones de Hemingway, es revelador respecto al tema del suicidio: "Mi padre fue un cobarde. Se suicidó sin necesidad. Por lo menos eso fue lo que yo creí. Yo había pasado por todo eso, hasta que lo pude imaginar. Yo sabía lo que era ser cobarde y lo que era dejar de ser cobarde. Pero, en serio, cuando me encontraba en peligro tenía una sensación de limpieza, como la de una ducha. Claro que ahora era fácil porque ya no me importaba lo que sucediera. Sabía que era mejor vivirlo porque con morir ya se ha hecho todo lo que se puede hacer en el trabajo y el goce de la vida hasta que llega ese momento, que reconcilia los dos, lo cual es muy difícil." Pero Hemingway no sólo padeció de trastorno bipolar, un incontenible alcoholismo minó su salud desde muy joven -el alcoholismo y en general el abuso de sustancias es comorbilidad frecuente del trastorno bipolar- y sufrió varios traumatismos encéfalocraneanos a lo largo de su agitada existencia. Chris Martin en Ernest Hemingway: a psychological autopsy of a suicide, narra la infancia del escritor signada por el férreo castigo físico del padre y la severa rigidez actitudinal de la madre. Martín cita las palabras de John Dos Passos respecto a que Hemingway había sido el único hombre para él conocido que realmente odiaba a su madre. De hecho, Ernest culpabilizó a su madre del suicidio de su progenitor. Un aspecto turbador adicional de la infancia de nuestro narrador es que su madre se deleitaba vistiéndolo y aderezándolo como a una niña -incluso más allá del estilo victoriano imperante en la vestimenta infantil-. Posiblemente esto habría influido en la conducta adulta de Hemingway, ávido siempre de situaciones demostrativas de virilidad.
Ernest cuando era un bebé y su madre le llamaba 'Dutch Dolly'. En alguna ocasión confesó a la actriz Ava Gardner "Yo no soy muy creyente en eso del (psico)análisis pero creo que me paso el tiempo cazando animales y peces para no matarme a mí mismo". Sus biógrafos concuerdan en la presencia de rasgos narcisistas y limítrofes en su personalidad: sus relaciones interpersonales tenían como denominador la inestabilidad y los conflictos, se divorció tres veces y se casó cuatro. Se afirma que el engreimiento con su apariencia física lo llevaba a no usar gafas, lo que habría influído en varios accidentes que sufrió. Inclusive preparándose para su muerte decidió colocarse una vestimenta especial y querida que él llamaba sus 'vestiduras imperiales'. El viejo Ernie boxeando contra sí mismo. Se pegó un balazo con su escopeta a las 7 de la mañana de un 2 de julio mientras su esposa dormía -la mayoría de suicidios son en horas de la mañana, influjo del llamado polo matutino, periodo de mayor malestar y desplome anímico al comenzar el día-. Desde 1960 había estado en tratamiento, incluso electroconvulsivo, y luego de una primera hospitalización se había recuperado lo suficiente para culminar 'París era una fiesta', novela que se publicaría póstumamente. Pocos días antes de su suicidio había salido de alta nuevamente -periodo de alto riesgo suicida, paradójicamente- y en el lugar donde se detuvieron a almorzar con su esposa le mencionó que el dueño y los mozos del restaurante eran todos agentes del FBI que lo estaban persiguiendo: su depresión psicótica no había realmente cedido y lo condujo finalmente al aciago final. Aunque su obra consagratoria es la narrativa, Hemingway pergeñó también versos. He aquí algunos de ellos, ásperos y directos, fieles al estilo de su creador (la traducción es de Amalia Gullón):
I
La noche se acerca entre suaves y somnolientas plumasoscureciendo el díaacariciando el brillo perladomoldeando el barroantes de que adquiera la dureza finalexigiendo que nos quedemos.
II
Hemos pensado los pensamientos más largosy elegido los caminos más cortos.Hemos danzado ritmos endemoniados,temblando al regresar a casa para rezar;para servir a un amo en la noche,y a otro en el día.
III
Sé que los monjes se masturban en la noche,que los gatos caseros se retuercen,que algunas muchachas muerden;sin embargo¿qué podría hacerpara cambiar las cosas?
IV
El deseo ylas dulces y afiladas penasy las superficiales heridasque fuiste tú,se han convertido en una triste oscuridad.Viene la noche con su rictusa yacer conmigouna torpe, fría y rígida bayonetasobre mi alma iluminada, palpitante.
y V
El Señor es mi pastor, nole necesitaré demasiado tiempo.
A Hemingway le debemos una luminosa obra, intensa y humana. Pese a la enfermedades que lo agobiaron pudo construir su legado y sobrevivir a su muerte. Se le podrían aplicar precisamente aquellas palabras de su obra 'El viejo y el mar': "Pero el hombre no está hecho para la derrota. (...) Un hombre puede ser destruído pero no derrotado."
----------Con un saludo a nuestro apreciado amigo y colega José Manuel Brea y su blog Medicina y Melodía, cuya entrada sobre el suicidio inspiró esta escueta remembranza de uno de nuestros escritores favoritos.
Enlaces:
- Archivo Hemingway en JFKlibrary (de allí hemos tomado todas las imágenes).
- The Ernest Hemingway Foundation.