Revista Cultura y Ocio

Aquellas otras plazas

Por @asturiasvalenci Marian Ramos @asturiasvalenci

Aquellas otras plazas

Plaza Mayor de Madrid


Plazas y plazuelas. Redondas, irregulares, triangulares. Rincones amplios donde se reunían los comerciantes. Corazón de las villas, pueblos y ciudades. Paso obligado para sus habitantes. Aquellas otras plazas…

Aquellas otras plazas

Plaza Mayor de Cantavieja. Teruel


Plazas que nos enseñan las casas blasonadas de otras épocas y otras gentes; de fiestas alegres y de actos inquisitoriales. Algunas tenían soportales y bajo ellos, encontraban cobijo los comerciantes y viajeros, descanso los ancianos e intimidad los amantes durante la noche. Tenemos suerte de que bajo algunos, aún subsistan esos comercios de larga tradición con esos escaparates enmarcados en madera, decorados primorosamente, llenos de color y de aromas al otro lado del cristal. 

Aquellas otras plazas
Y así, frente a las construcciones bajas fueron creciendo otras más altas y modernas que dieron más dinamismo a las plazas. Aunque algunas siguen manteniendo la esencia de siglos atrás.

Desde su origen fueron punto de encuentro para reunirse con los demás. Espacios amplios al aire libre donde se vendían las mercancías, se celebraban fiestas, ferias y días de mercado.
¿Su origen? Ya en las poblaciones íberas y castros celtas aparecieron amplios espacios entre las casas de mampostería que podían ser considerados como plaza. Los romanos ya dedicaron los foros donde realizaban el mercado y otro tipo de actividades. Durante la Edad Media, la plaza y el lugar del mercado van a ir creciendo y evolucionando según las necesidades de cada lugar.

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Ávila


Con los visigodos, las grandes ciudades se fueron asentando sobre las antiguas poblaciones romanas. No cambiarían excesivamente su fisonomía. Ya tenían un espacio dedicado a la plaza desde el siglo VII que era utilizado para el comercio. Tras la invasión musulmana y la reconquista cristiana, los soberanos concedieron el poder a la iglesia para que cobrara el pontazgo y las penas pecuarias. A ellos les correspondía la mitad de la recaudación. Pero las plazas no eran solo espacios para realizar sus trueques, sino para jugar, para realizar algún acto religioso, para establecer torneos de caballeros, realizar teatro y celebrar las ejecuciones en las que todo el pueblo debía ‘aprender’.Comenzaron a establecer días concretos, lugares y fechas para celebrar el mercado y las ferias de las ciudades. En las ciudades de origen musulmán aún se celebraba el comercio en otros lugares llamados zocos y en tiendas permanentes. Como su entramado urbanístico era mucho más complicado debían buscar un gran espacio para poder ubicar a todos. Consiguieron una gran plaza permanente como Zocodover, en Toledo.La economía del mercado fue avanzando. Ya en la baja Edad Media, algunos espacios son construidos para tal fin como plazas. Y a partir de ellas surgieron algunas construcciones cerrándolas. Casas bajas que se van edificando en torno a ella y que estarán destinadas como vivienda y taller para los comerciantes y artesanos. El espacio público de sus hogares lo tendrían en la planta baja. Y para proteger la mercancía y a los comerciantes, en muchas de ellas, se construyeron esos grandes soportales de piedra y madera que todavía dan esencia medieval a muchos de nuestros rincones.

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Plaza del Torico. Teruel

Contemplar y pasear bajo los soportales de una plaza y ver que aún existen pequeños comercios… Esos que vienen revestidos con marcos de ancha y oscura madera, con carteles cerámicos, con estanterías decoradas de cariño y trabajo; esos que han resistido a la atracción de las franquicias… No, no tiene precio…Espacios anchos, ideales para los juegos de los malabaristas y saltimbanquis; para los cantares de los juglares y las representaciones teatrales. Así entretenían al pueblo los menos favorecidos. Porque los más grandes lo hacían frente a los nobles, reyes y señores en la corte.
Las fiestas taurinas, los alardes y actividades ecuestres comenzaron a celebrarse en otros espacios llamados cosos. Fue a partir del reinado de los Reyes Católicos cuando muchas de las plazas comenzaron a quedarse pequeñas. Algunas fueron ampliándose hasta tal tamaño que comenzaron a llamarlas plazas mayores. No podían faltar los edificios municipales, los ayuntamientos. Se inició una nueva actividad, aquella referida a celebrar actos políticos y sociales. Desde aquel entonces y por un edicto, todas las ciudades y villas debían tener dos edificaciones grandes y muy diferenciadas del resto: Ayuntamiento y Cabildo, bajo la pena de perder el poder de los oficios de justicia y regimiento.

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Peñíscola

Y no en todas las plazas pero sí en muchas, otro de los edificios claves eran las iglesias. También querían aprovechar este espacio para poder celebrar sus fiestas y actos religiosos ante el pueblo. Con la presencia política el encanto original de la plaza fue modificándose. Las fachadas de los edificios debían ser homogéneas. También en su altura. Plazas con forma irregular con un espacio en perspectiva hacia alguna calle significativa para la población. Seguramente, muchos de los arquitectos intentaron modificar este crecimiento urbanístico pero el tiempo y las necesidades reales eran mucho más potentes que los simples diseños. Otras sin embargo, surgieron sobre un plano. Ya sabían donde debían situar cada edificio, sus dimensiones y su altura. Las crearon cerradas con puertas de acceso, con soportales, cuadradas, rectangulares...

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Plaza Mayor de Cuenca

Fue con Fernando III cuando se construyó la plaza Mayor de Madrid, aunque esta vez, no tendría carácter municipal porque el Ayuntamiento se encontraba en la plaza de la Villa.
Otros tiempos, otras plazas…  Aquellos en que decidieron que estos rincones tenían la justa medida para celebrar algo muy español: la corrida de los toros. Las adaptaban. Montaban grandes andamiajes, graderíos y lonas para cubrir a aquellos favorecidos que se sentaban en las tribunas. Y las galerías y balcones debían ser alquilados para dar el dinero al propietario. Fue a partir del siglo XIX cuando comenzaron a construirse las plazas de toros permanentes. A modo de curiosidad, en Madrid, ver la fiesta taurina desde un primer piso costaba doce ducados; en el segundo piso, ocho y en el tercero, seis ducados.Plazas con soportales, con fuentes, con bancos y jardines. Muchas de ellas se encuentran abiertas al mar; otras, al lado de algún río. En algunas, el edificio protagonista era la catedral. En otras, alguna escultura, normalmente, alguna figura ecuestre. Un homenaje a personajes que hicieron mucho por esa ciudad o pueblo. 

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Felipe III. Madrid


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Santa Teresa de Jesús

Las plazas y las fuentes. También se hace difícil imaginarnos algunas sin ellas. Aquellas que abastecían agua a la población y que se había colocado en el lugar más concurrido y público, aunque luego, las fuentes, pasados los siglos pasaran a ser un elemento más de las plazas. También estaban decoradas con jardines. Hoy, seguramente, la frondosidad de algunos ya ha dejado de existir por la necesidad de ampliar las calles, construir más edificios o construir algún aparcamiento subterráneo. A partir del siglo XIX, las plazas se convirtieron en rincones más tranquilos, en lugar de encuentro y por eso comenzaron a añadirles bancos de madera para el descanso. Y los quioscos, aquellos en los que una banda de música era el deleite de los jovenzuelos.

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Rubielos de Mora

Se fueron añadiendo las farolas, primero funcionaban con gas, luego fueron eléctricas. Creaban un tono romántico durante la noche. Anteriormente las plazas se alumbraban con antorchas y velas.

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Plaza del Ayuntamiento. Valencia


Plaza del Mercado, plaza de la villa, plaza de la ciudad... al principio se comenzaron a llamar así. Fue el devenir histórico lo que hizo que muchas adquieran nombre de personajes importantes para la localidad.En Galicia y Asturias, el carácter medieval de ellas aún subsiste, sobre todo en las poblaciones pequeñas que se dedican a la agricultura y la ganadería. Las plazas mayores están reservadas para las grandes ciudades.En las dos Castillas, con innumerables ferias y fiestas y con una economía basada en la agricultura y la ganadería, se construyeron grandes espacios dinámicos que también eran utilizados para presenciar los espectáculos religiosos. Plazas con soportales donde se cobijaban las tiendas permanentes y con bellas galerías. En Andalucía, el trazado musulmán favoreció la creación de la típica plazoleta, pequeña, sin grandes espacios al aire libre. Algo parecido ocurrió en Murcia y la Comunidad Valenciana.

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Plaza del Negrito. Valencia

En Navarra y el País Vasco dieron más importancia a la plaza de la Iglesia que del Ayuntamiento. Las más importantes ciudades vascas construyeron espectaculares plazas mayores.
Tanto en Aragón como en Cataluña, el espíritu comercial llevó a crear grandes espacios dedicados al comercio de la agricultura y ganadería.

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Plaza Hermano Pastor. Cofrentes. Valencia


Fuentes y azoteas, balcones y soportales, bancos y jardines, algunos comercios antiguos, singulares y esplendorosas fachadas, vehículos circulando por las calles que llevan hacia ella, el trasiego de sus gentes, la vida en una plaza. Abiertas o cerradas, con soportales o sin ellos, rurales o urbanas, grandes o pequeñas, redondas o alargadas, la plaza suele ser el descanso del viajero, es el latido que nos muestra la salud de la ciudad. En ellas se mide el ritmo diario y económico. Llegar a ella supone un cambio de ambiente. Porque una ciudad o un pueblo sin plazas, es una localidad sin vida, y aunque sea pequeña y poco transitada, tiene vida y pulso propio. Y los que llegamos desde otros rincones, posiblemente, así lo sentiremos. 
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