Revista Arte

Aquellos años en que el tiempo se detuvo

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Si me exhortaran a resumir muy brevemente qué narra El viento de la noche, respondería que el autor aborda la difícil tarea de hacer buena literatura con una materia narrativa que se caracteriza precisamente por todo lo contrario a nada bueno: la indigencia espiritual que significó la dictadura franquista, aquellos años en los que el tiempo se detuvo.

Porque el eje esencial en torno al cual Joan Sales (Barcelona, ​​1912-Barcelona, ​​1983) hace girar la vida de su protagonista, Cruells, en el momento de la narración vicario rural en un pueblo de montaña, es la de un tiempo detenido a partir del momento en que el bando republicano perdió la Guerra de España, mal llamada Guerra Civil. No es casualidad que Cruells repita como un mantra "[...] Dios mío, tantos años todos iguales, siempre en la oscuridad del túnel interminable ... [...]".

La característica esencial de la historia es justamente que la acción es escasa, casi inexistente: técnicamente Sales lo hace patente en el hecho de que el grueso de la narración lo forman reflexiones en retrospectiva de su personaje (el diálogo es excepcional) a base de los recuerdos relacionados con la guerra y su largo brazo durante los años después.

La novela está llena de estos recuerdos y de las disquisiciones de tipo filosófico que esta experiencia desencadenó y sigue desencadenando en Cruells. El tiempo de la narración, la primera mitad de los años setenta del siglo XX, coincide probablemente con los años en que Sales comenzó a escribir la novela, el tiempo narrado son los años del franquismo, con algún excurso a momentos anteriores.A juzgar por la atmósfera que plasma El viento de la noche, el fin del conflicto armado no significó el fin de nada y sí el comienzo de la larga, interminable noche que el viento de la posguerra fue extendiendo inexorablemente a lo largo de cuarenta años.

Cruells, nacido en 1917, que hizo toda la guerra del lado republicano como voluntario, vive maquinalmente desde que perdió la ilusión. El desencanto que lo ha ido minando, cuyo origen no se nos desvela claramente, aunque se deja entrever que comenzó con el enfrentamiento entre anarquistas y comunistas durante la guerra (como le sucedió al propio autor) se ve fortalecido con la pérdida de los amigos, que han tenido que emigrar, han desaparecido o siguen luchando con el maquis. Él, que ha pasado algún tiempo en campos de concentración, primero dos semanas en Francia y luego nueve meses en España, decide seguir sus estudios, interrumpidos con motivo del comienzo del conflicto armado, para hacerse cura. Pero sus convicciones se tambalean cuando llega a la treintena: pierde la fe, el arzobispo le suspende a divinis; luego, una "caída", seguida del arrepentimiento, que lo devuelve al sacerdocio. Cruells es enviado dos años a las Antillas para volver a Barcelona donde pide un destino apartado del mundo para llevar una vida retirada.

Si bien indirectamente se desprenden muchas de las miserias de la posguerra franquista, el interés de Sales parece centrarse mucho más en la evolución ideológica y anímica de su personaje principal. Que el representante de los vencidos sea precisamente un "sacerdote rojo", como muchos lo llaman, da a entender la voluntad del autor de hacer justicia a un colectivo que, también existente en el bando republicano, nunca ha querido reconocer la Iglesia española. La contrafigura de Cruells la representa Lamoneda, del bando de los vencedores, que sirve a Sales para dar el oponente necesario al primero y perfilar los dos caracteres, tan contrarios.

Aquellos años en que el tiempo se detuvo

Lamoneda, fanfarrón, arrogante y sin escrúpulos, dispuesto a todo para abrirse camino entre los de sus filas, acaba siendo un pobre diablo arrinconado, que buscará la gloria literaria escribiendo una novela rocambolesca, de ínfima calidad, con la que él pretende pasar a la posteridad con más fama que Stendhal, a quien se considera superior. Lamoneda, que tenía cuarenta y tres años en vísperas de la guerra y ya entonces conocía a Cruells, considera al cura su amigo por aquello de la asociación fácil entre sotana y franquismo. Como hombre arrinconado y sin cualidades humanas que le permitan conseguir alguna relación que le dé calor, necesita a Cruells, lo busca constantemente, y este lo rehúye porque siente hacia aquel la profunda aversión que en ocasiones deriva en odio. Sin embargo, el lector tiene la impresión de que también Cruells necesita a Lamoneda, aunque sea como única persona viva que le queda cerca, de un tiempo que el sacerdote idealiza.

Uno de los grandes méritos de la novela es precisamente que sale muy airosa de la difícil tarea de no caer en el maniqueísmo. Al contrario, Sales despliega un elenco de personajes, sobre todo del bando de los vencidos, pero también de los vencedores, a los que claramente quiere hacer justicia mostrando los claroscuros de los caracteres, si exceptuamos a Lamoneda. Conoceremos a Picó, a Luis y Trini, que han acabado haciendo una gran fortuna en ultramar, Llibert Milmany, el Padre Gallifa, jesuita, la tía Lucía, a Soleràs, a quien Cruells ha perdido la pista y con quien desea vehementemente reencontrarse, al arzobispo de Barcelona, ​​que al principio despierta en Cruells desconfianza y rechazo como representante del españolismo ocupador y en quien termina por ver una persona sencilla y muy limitada, pero buena ...

Nos encontramos, pues, ante un retrato que evita los caracteres planos y los dibuja en su humanidad completa. A este mismo propósito sirve el hecho de que el autor solo insinúe y deje sin aclarar algunas preguntas que se hace el lector acerca de cuestiones importantes, como la muerte de Lamoneda o las últimas razones del comportamiento de Soleràs durante la guerra. Y, por el escepticismo que se desprende de los pensamientos del personaje principal -a quien al final solo salva la fe en Dios-, acabamos por llevarnos la impresión de que el protagonista, pero también el autor, ha perdido la confianza en el poder de los humanos para cambiar la historia.

Aunque encontramos recurrencias que tienen la función de leitmotiv, la narración contiene algunas que no se explican como tal ni como caracterización de los personajes y que parece que el autor pasó por alto a la hora de hacer la última supervisión del texto.

Tampoco se explica, a mi entender, la importancia que le da Sales a la acción de la novela de Lamoneda, a la que dedica una extensión y una intensidad que, personalmente, no veo necesaria. El viento de la noche, que publicó por primera vez en el original catalán en 1969 el sello Club Editor, ha sido reeditada por esta editorial en varias ocasiones.

Joan Sales es autor de Incierta gloria (1956), la novela que más reconocimiento le ha dado, por la que recibió tres premios literarios, también publicada por Club Editor, como otras muchas de sus obras.

Cierra la novela el postfacio de Gonzalo Torner, Es oscura la aventura de la noche, que nos ayuda a seguir analizando la lectura con matizadas y oportunas observaciones.

Joan Sales

El viento de la noche

Traducción de Carlos Pujol

Editorial Destino, 2012, págs. 248


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