Lo cuenta bien en el Mundo de anteayer Zabala de la Serna: algo huele a podrido en los últimos triunfos de las figuras europeas en la México. Ponce, Castella, Juli y Perera han logrado sus conquistas con el mismo material que se llevan los párvulos de la tómbola del pueblo: con el torito de regalo.
Indultos, el de Castella, -del morito que donó, se entiende-; rabos, el de Guapetón, que se llevó el July; la enésima renovación de Ponce como consentido de la México, sin dar un paso atrás: no dudó en regalar el ¡noveno! de la tarde. O ya de la noche; y lo último, la ofrenda de Perera, que falló a espadas y perdió los máximos trofeos del peludo obsequio.
Esta compra-venta de triunfos hace años que en España, a Dios gracias, está prohibida. Al aficionado mexicano, solo decirle que no se lleve a engaños: los sobreros de regalo no son más que las limosnas de unos privilegiados que creen estar por encima del bien y del mal.