La semana pasada tuve la oportunidad de viajar al Sur de España buscando a familiares vivos por encargo de un cliente (esto suena a peli de gangsters).
Esta vez, íbamos a lograr que el árbol genealógico familiar descendiera, en lugar de enfocarnos en que creciera con fechas decrecientes.
Alguien me dijo: “Buscar vivos es bastante más fácil que buscar muertos”. ¿Estáis de acuerdo?
En un principio, esta podría ser la sensación generalizada, pero cuando los apellidos con los que contamos son los que se repiten una y otra vez entre ramas que ni siquiera se tocan, es cuando debemos irnos con cuidado.
Sumamos a esto la “ley de protección de datos”, y la poca accesibilidad que hay hacia los registros de los vivos. No podremos obtener domicilios ni teléfonos, y ya ha caído en desuso lo de apuntarte en las páginas blancas para que aparezca tu número.
En fin, alguna pista, unas fotos antiguas, copias de documentos amarillos y un viaje para descubrir muchas cosas.
Quien quiera ir a rebuscar en Registros vitales (en los pueblos generalmente están en el Juzgado de Paz), en pueblos, animaos. Los empleados colaboran mucho y cuando vuelves a verlos te preguntan si ya has encontrado algo, sintiéndose un poco parte de tu búsqueda.
Da un poco de pena ver que índices o libros del 1800 son tratados con liviandad, como si de una revista del corazón se tratara. A una se le encoge algo dentro cuando presencia dedos pasando rápidamente sus páginas…
Algunas cosas que debemos tener en cuenta.
- Disponer de nuestra información impresa y también “en la nube” usando por ejemplo Evernote y/o Dropbox.
- Conexión a Internet propia y no sólo confiar en la red wi-fi del hotel (puede ser que falle).
- Tener siempre “plan B”. El empleado que está a cargo del Archivo Municipal puede estar “de baja por enfermedad”. El párroco, ocupado ensayando comuniones y nosotros ansiosos por comprobar datos de sus antiguos libros.
- Llevar comida casi instantánea… nos será difícil tener acceso a los snacks liofilizados, pero esa es la idea. Tener todo el tiempo para investigar y sumergirnos en las pistas que nos dan los escritos. Evidentemente, estoy refiriéndome a un viaje relámpago como el mío, dos días de investigación y una noche de hotel y por esto hago hincapié en “dedicarle todo el tiempo”.
- Escoger un hotel tranquilo en el que podamos desplegar nuestras notas y planear el rumbo a seguir. Seguramente habrá más opciones que disponibilidad de tiempo. Deberemos elegir la acción que nos llevará más directamente al objetivo trazado.
- No despreciar jamás un documento. Esto es, y lo explico, por tener una fecha de defunción concreta y pensar que no necesitamos una copia del certificado de defunción, puesto que lo que buscamos es el matrimonio y pensamos que las defunciones no nos darán mucho más juego por la información que contiene. Seguramente hemos tenido un documento de esas características en nuestras manos, pero no todos son idénticos.
No menospreciemos ninguna información. Algunas veces puede ir a inscribir la defunción un empleado de la funeraria y otras veces el yerno del fallecido. En ese caso los datos pueden no ser cercanos a la realidad.
Pero en otros nos sorprenderá encontrar que quien fué a dar fe del hecho era un sobrino carnal, y además nos informaba del domicilio común. También me he topado con defunciones que indicaban los hijos engendrados y la situación actual (a la fecha de la muerte) de cada uno.
En otro caso, un certificado de nacimiento, rezaba en su anotación marginal que se había expedido una copia para emitir el documento nacional de identidad en el año 1971. Eso indicaría que (en este preciso caso a los 83 años) deberíamos buscar la defunción posterior a esa nota marginal.
Visitar el cementerio también puede transformarse en algo interesante, así como sumergirnos en el corazón del pueblo y conocer las circunstancias demográficas y sociológicas que rodearon una época.
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