Revista Cine
1. Bienvenidos a Belleville
2. Fahrenheit 9/11
Avance: el año 2005 empezó de la peor manera posible, con la estúpida visión personal de la política estadounidense contemporánea rodada por Oliver Stone con la excusa de recrear la vida de Alejandro Magno, y casi acaba aún más abajo con Cinderella man de Ron Howard; pero remontó gracias a títulos que todavía hoy mantienen su vigor: Match point, el mejor filme de Woody Allen en su etapa europea; La vida secreta de las palabras, el esperado regreso de Isabel Coixet tras la devastadora Mi vida sin mí (2003); la agradable sorpresa de Entre copas, de un hoy consolidado Alexander Payne; o la sólida revisión crítica de la historia alemana que propone El hundimiento, de Oliver Hirschbiegel.
Sin embargo, el año estuvo marcado por filmes que se quedaron a medio camino entre la promesa y la decepción: Tierra de abundancia, que considero el mejor último Wenders; Flores rotas, el último intento de Jarmusch de retomar su vigor ochentero, El método de Marcelo Piñeyro, fallida adaptación de una de las mejores obras teatrales de los últimos años; Habana blues de Benito Zambrano, 5x2 de François Ozon, Sólo un beso de Ken Loach o Las muñecas rusas de Cédric Klapish, el apoteosis de la generación Erasmus.
En el cine infantil de ese año hubo de todo: cosas raras (El niño que quería ser un oso), hallazgos (Robots), pésimas imitaciones (Chiken little) y tradiciones que se han convertido en vínculos (Doraemon i els deus dels vents).
Pero fue Serenity de Joss Whedon, que vi en el Festival de Sitges, la sorpresa de aquel año. Un filme que encuentra exactamente el punto medio entre la transcendencia, la superficialidad, los guiños genéricos y el humor posmoderno sin tener que huir de la acción y el entretenimiento. En dura pugna con el filme de Allen, Serenity es la tercera entrega del Archivo SD.
Herederos de George Lucas (Serenity)
Publicada el 11/10/2005(ver texto original)
Joss Whedon negaba ser el nuevo George Lucas en la rueda de prensa tras el pase de Serenity (2005) en la jornada inaugural del Festival de Sitges. No puede hacer otra cosa que rechazar con modestia la etiqueta, pero el público y su cine dicen justamente lo contrario. Serenity me parece una renovación muy importante dentro del género de aventuras espaciales. Nada mal para su debut en pantalla grande.
La película empieza con un breve prólogo --brevísimo en verdad-- que trata de enlazar la historia desarrollada en la serie de televisión (que es de donde provienen los personajes y el argumento general) para sumergirnos a continuación --a través de un impecable plano secuencia que abarca los créditos del filme y presenta de paso el decorado general de la nave protagonista con sus tripulantes-- en una exhibición de acción trepidante. Hacía tiempo que un comienzo así no me dejaba clavado en la butaca y con la boca abierta.
Serenity bebe de muchas fuentes para obtener el producto y el efecto deseados: de la saga de Lucas toma la ciudad de Tatoonie con sus tabernas llenas de extrañas y peligrosas criaturas; del western más clásico determinados tipos humanos y ciertos detalles de ambientación en plan homenaje, como el colt-laser del capitán Mal, el protagonista. En este personaje también es fácil reconocer rasgos del último Han Solo, con una apariencia cínica externa y con un sentido del deber y la justicia bien afianzados. El resultado de toda esta mezcla es el retrato de un mundo hipertecnificado paradójicamente habitado por humanos que no han evolucionado nada en sus pasiones respecto a nosotros: los sentimientos fraternos siguen actuando como motivación básica, la reproducción se sigue practicando a la antigua y seguimos sin atrevernos a expresar abiertamente nuestros sentimientos... Será que necesitamos esta envoltura de acción y efectos digitales para seguir disfrutando con las mismas historias de siempre.
Pero sin duda la mejor aportación de Serenity, en la que rompe con la línea trascendental de Blade runner (1982) y se decanta por la más banal y proletaria de Aliens (1986), es el empeño de Whedon por huir de toda trascendencia temática. Asume que las películas de este tipo se apoyan en argumentos con verdades absolutas e intuidas acerca del Universo o el Ser Humano, pero es la combinación de acción y efectos digitales la que impacta definitivamente en el espectador. La aventura lo preside todo, y aunque un cierto toque de filosofía ayuda no se trata de descubrir la esencia de nada. A esta labor contribuyen sin duda algunas líneas de diálogo brillantes, como la declaración al límite del hermano de River y la mecánico de la nave, quienes ante una casi segura muerte se declaran su... atracción sexual mutua; o el original gag que precede a los créditos finales. Lo bueno de Serenity --y donde puede resultar un filme determinante para futuros títulos-- es que al manejar con soltura una ya importante tradición de efectos digitales se puede permitir acercarse al estilo desenfadado del mejor cómic.
Siempre he creido que Psicosis (1960) era la última película de la historia del cine que inauguraba un género completamente nuevo; si a alguien le parece exagerada la afirmación podría rebajarla y decir que abre un subgénero que con los años ha acabado siendo muy popular: el thriller moderno. Pienso que deberé replantearme la hipótesis y aceptar que un título posterior --La guerra de las galaxias (1977)-- habría fundado también un subgénero, esta vez dentro de la ciencia ficción. Está claro que el reciente estreno de la segunda trilogía de Lucas ha contribuido a mitificarla, pero de lo que no me cabe duda es que Serenity transita por la misma vía y amplía lo que en los setenta del siglo XX era tan sólo una brecha y hoy es una tendencia y un estilo a los que se aspira a llegar.
2. Fahrenheit 9/11
Avance: el año 2005 empezó de la peor manera posible, con la estúpida visión personal de la política estadounidense contemporánea rodada por Oliver Stone con la excusa de recrear la vida de Alejandro Magno, y casi acaba aún más abajo con Cinderella man de Ron Howard; pero remontó gracias a títulos que todavía hoy mantienen su vigor: Match point, el mejor filme de Woody Allen en su etapa europea; La vida secreta de las palabras, el esperado regreso de Isabel Coixet tras la devastadora Mi vida sin mí (2003); la agradable sorpresa de Entre copas, de un hoy consolidado Alexander Payne; o la sólida revisión crítica de la historia alemana que propone El hundimiento, de Oliver Hirschbiegel.
Sin embargo, el año estuvo marcado por filmes que se quedaron a medio camino entre la promesa y la decepción: Tierra de abundancia, que considero el mejor último Wenders; Flores rotas, el último intento de Jarmusch de retomar su vigor ochentero, El método de Marcelo Piñeyro, fallida adaptación de una de las mejores obras teatrales de los últimos años; Habana blues de Benito Zambrano, 5x2 de François Ozon, Sólo un beso de Ken Loach o Las muñecas rusas de Cédric Klapish, el apoteosis de la generación Erasmus.
En el cine infantil de ese año hubo de todo: cosas raras (El niño que quería ser un oso), hallazgos (Robots), pésimas imitaciones (Chiken little) y tradiciones que se han convertido en vínculos (Doraemon i els deus dels vents).
Pero fue Serenity de Joss Whedon, que vi en el Festival de Sitges, la sorpresa de aquel año. Un filme que encuentra exactamente el punto medio entre la transcendencia, la superficialidad, los guiños genéricos y el humor posmoderno sin tener que huir de la acción y el entretenimiento. En dura pugna con el filme de Allen, Serenity es la tercera entrega del Archivo SD.
Herederos de George Lucas (Serenity)
Publicada el 11/10/2005(ver texto original)
Joss Whedon negaba ser el nuevo George Lucas en la rueda de prensa tras el pase de Serenity (2005) en la jornada inaugural del Festival de Sitges. No puede hacer otra cosa que rechazar con modestia la etiqueta, pero el público y su cine dicen justamente lo contrario. Serenity me parece una renovación muy importante dentro del género de aventuras espaciales. Nada mal para su debut en pantalla grande.
La película empieza con un breve prólogo --brevísimo en verdad-- que trata de enlazar la historia desarrollada en la serie de televisión (que es de donde provienen los personajes y el argumento general) para sumergirnos a continuación --a través de un impecable plano secuencia que abarca los créditos del filme y presenta de paso el decorado general de la nave protagonista con sus tripulantes-- en una exhibición de acción trepidante. Hacía tiempo que un comienzo así no me dejaba clavado en la butaca y con la boca abierta.
Serenity bebe de muchas fuentes para obtener el producto y el efecto deseados: de la saga de Lucas toma la ciudad de Tatoonie con sus tabernas llenas de extrañas y peligrosas criaturas; del western más clásico determinados tipos humanos y ciertos detalles de ambientación en plan homenaje, como el colt-laser del capitán Mal, el protagonista. En este personaje también es fácil reconocer rasgos del último Han Solo, con una apariencia cínica externa y con un sentido del deber y la justicia bien afianzados. El resultado de toda esta mezcla es el retrato de un mundo hipertecnificado paradójicamente habitado por humanos que no han evolucionado nada en sus pasiones respecto a nosotros: los sentimientos fraternos siguen actuando como motivación básica, la reproducción se sigue practicando a la antigua y seguimos sin atrevernos a expresar abiertamente nuestros sentimientos... Será que necesitamos esta envoltura de acción y efectos digitales para seguir disfrutando con las mismas historias de siempre.
Pero sin duda la mejor aportación de Serenity, en la que rompe con la línea trascendental de Blade runner (1982) y se decanta por la más banal y proletaria de Aliens (1986), es el empeño de Whedon por huir de toda trascendencia temática. Asume que las películas de este tipo se apoyan en argumentos con verdades absolutas e intuidas acerca del Universo o el Ser Humano, pero es la combinación de acción y efectos digitales la que impacta definitivamente en el espectador. La aventura lo preside todo, y aunque un cierto toque de filosofía ayuda no se trata de descubrir la esencia de nada. A esta labor contribuyen sin duda algunas líneas de diálogo brillantes, como la declaración al límite del hermano de River y la mecánico de la nave, quienes ante una casi segura muerte se declaran su... atracción sexual mutua; o el original gag que precede a los créditos finales. Lo bueno de Serenity --y donde puede resultar un filme determinante para futuros títulos-- es que al manejar con soltura una ya importante tradición de efectos digitales se puede permitir acercarse al estilo desenfadado del mejor cómic.
Siempre he creido que Psicosis (1960) era la última película de la historia del cine que inauguraba un género completamente nuevo; si a alguien le parece exagerada la afirmación podría rebajarla y decir que abre un subgénero que con los años ha acabado siendo muy popular: el thriller moderno. Pienso que deberé replantearme la hipótesis y aceptar que un título posterior --La guerra de las galaxias (1977)-- habría fundado también un subgénero, esta vez dentro de la ciencia ficción. Está claro que el reciente estreno de la segunda trilogía de Lucas ha contribuido a mitificarla, pero de lo que no me cabe duda es que Serenity transita por la misma vía y amplía lo que en los setenta del siglo XX era tan sólo una brecha y hoy es una tendencia y un estilo a los que se aspira a llegar.