Fotografías de Eduardo Bonal.
La Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid volvió a tener lugar el pasado fin de semana en la capital, donde la situación económica no ha supuesto una merma del número de expositores, de visitas ni de la calidad.
La feria, como siempre en el IFEMA, contó este año con dos pabellones, en los que más de doscientas galerías de una treintena de países mostraron sus últimas obras. ¿La entrada? Muy cara: 40€, 21 para estudiantes. No olvidemos que no deja de ser una feria.
Pero una vez pagado el dinero pertinente, mejor centrarse en las obras. La más polémica de este año, el hiperrealista Franco metido en una nevera de Cocacola, de Eugenio Merino, se veía rodeada de decenas de personas que trataban de hacer la foto de rigor, pero desde luego había mucho más que ver. Desde bellas obras como el mapamundi hecho con lápices o el colorido stand de El País, hasta las más originales, como esos cuatro metros cuadrados de teatro portugués -podéis ver a qué me refiero en Idealista-. Una performance divertida y un vídeo perturbador -pelos de gallina- completaron lo mejor de esta edición.
Tuve la suerte de ir acompañado por unos ya casi veteranos de esta feria, por lo que pude saber que algunas obras se repetían con respecto a años anteriores. Tampoco faltaron las típicas obras de, digamos, poca elaboración -esas del “pude haberlo hecho yo”-. Pero, aun con todo -la paja, el precio-, la experiencia vale la pena. Ciertas obras y la fauna que por ahí pasea, en fin, no tienen precio.