Hola, estamos en 1944 y Tyrone Slothrop, un militar americano que trabaja para los aliados, padece un curioso problema: cada vez que se acerca una de las bombas autopropulsadas alemanas V-2, el experimenta nada más y nada menos que ¡una erección! Santo cielo, ja, ja, la madre que lo trajo. De niño, Slothrop fue sometido a experimentos pavlovianos por Laszlo Jamf, un científico loco que trabaja ahora para los nazis. El muy cabrón le implantó imipolex en sus genitales y esto le hace funcionar como si fuera un radar andante. Vista así la cosa ¿acaso no es una de las mayores majaderías jamás concebidas? Cierto ¿Y que narices tiene que ver esto con el vídeo de arriba? Bueno, prontito llegaremos a ello…
Para comenzar por algún lado, la situación arriba mencionada se puede leer en El Arco iris de gravedad, que posee 1.100 páginas de nada y es una de las obras destacadas de Thomas Pynchon, un cultivador de su propio anonimato como pocos, hasta el punto de que envió a un actor cómico de su parte a recoger un premio.
Las andanzas de Tyrone por la Europa devastada por la guerra alcanzan el summum de la imaginación y la pericia descriptiva. Hay que leer una escena de Pynchon para saber lo que significa intensidad y pasión por contar. Nos da la sensación de que vemos todo a través de una pantalla amplificadora, como si fuera una lupa que hiciera crecer el detalle más y más, hasta el punto de que casi no podemos resistirlo. De puro tangibles las escenas acaban poseyendo una cualidad onírica, como algunos sueños tan vívidos que se tienen a veces.
Y es el rey de los conspiranoicos. De hecho, la palabra debió inventarse para describir a escritores como el. ¿Pero se vuelve esoterista por ello? En modo alguno. El no cree realmente en ninguna conspiración y es infinitamente más sutil que todo eso. De hecho, ¿que es para Pynchon la realidad que nos rodea? El la percibe bastante invasiva, como a algo que con su mera fuerza existencial nos impide percibir lo que pasa. A fin de cuentas ¿resulta posible estudiar el sol mirándolo cuando más brilla? El mundo es indescifrable de puro hiperrealista y nada es tan complicado como lo que tenemos delante ¿Imaginamos a alguien tan aturdido como un bebé en un centro comercial? Y sin embargo y en la novela, ello no deriva tanto en una actitud alucinada como en pura embriaguez, cualidad que sumerge a los personajes en interminables enredos que crecen sin cesar.
Para Pynchon, somos como bebés en un mundo complicadísimo y enredado a todos los niveles, como si agarráramos muchos ovillos de lana y los embrolláramos todos a la vez. Las madejas pynchonianas empiezan en la política y se transmiten a la sexualidad y a la geografía. También a la sociología y a la cultura. Recuerda su visión literaria a la musical de Philip Glass, quien puso la banda sonora a aquella peli experimental, koyaanisquatsi, “mundo alborotado” en el dialecto Hopi (Ahora sí, ese es el vídeo de arriba, premio por aguantar, jeje)
Es una pena que la novela tenga sobreabundancia de personajes y que exija una memoria de elefante seguirla.
Saludos. Que vuestras cosechas sean fructíferas.