Revista Viajes
AREQUIPA
Continúo mi periplo por la región de Arequipa, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Llamada “la ciudad blanca de eterno cielo azul” consta de 94 volcanes, como el Misty, icono de Arequipa, un embeleso lejano de nevada cumbre que muestra su rasgada silueta con orgullo nacional.
Estamos en el litoral costero a unos 2300 metros. Hay mercaderes por todas partes que nos rodean como una nube humana. Enseguida me familiarizo con la típica iconografía andina: la serpiente, que es el emblema y pórtico de entrada al inframundo, el puma, que representa al estrato existencial puramente terrenal y por último el cóndor, que nos habla de la espiritualidad, la vida al otro lado de la oscuridad, la vida que acaba, la muerte que comienza su eterno ciclo…
A lo lejos puedo ya columbrar un triunvirato mayestático (figuradamente, Real, de la Realeza) formado por tres picos altaneros, los volcanes Chachani, Pichu Pichu y el antes mencionado, Misty. En la misma línea, con sus mejores atavíos de gala, se me presentan inalcanzables el volcán Sabancaya o las cimas nevadas del Ampato y el Huaka Huaka. Son nombres extraños que en mi mente suenan propios de novelas de leyendas arcanas, misterio, magia, acaso un mundo perdido aún por descubrir…
Arequipa tiene encanto, una belleza intrínseca innegable. No en vano su centro histórico fue declarado en el año 2000 Patrimonio Cultural. Por toda la región encontraré un estilo arquitectónico denominado sillar. La jornada de hoy debería enmarcarla con ribetes de oro, aunque sólo fuese por la visita a un convento sin parangón, el de Santa Catalina de Siena, fundado en el año 1579. Ya de primeras, me da un “bofetón” colorista el rojo sanguíneo del entorno, paredes carmesí escondidas bajo la sombra de unos soportales con arcos y estilo arquitectónico sillar. Pero la hegemonía roja está en disputa con azules intensos y piedra blanca sin pretensiones “irisadas”.
Enormes dimensiones las de este reino de paz donde llegó haber más de 400 monjas de clausura. No me sorprende, es a fin de cuentas el convento por antonomasia, su interior espartano, con esas celdas deprimentes y lúgubres donde las novicias mataban las horas con sus preces (oraciones, ruegos). Es como un hálito de frescura, sin embargo, el claustro de los naranjos, con pinturas en derredor y un pórtico de arcos azules con ribetes blancos que ponen algo de alegría a la decadencia de esas celdas de clausuracavernosas. Me quedo corto si digo que el convento de Santa Catalana es pintoresco. Es lo que pienso cuando veo esas calles empedradas con nombres de ciudades como Toledo, Málaga, Sevilla, Córdoba. No faltan las plantas, los geranios, el colorido intenso, rememorando la época en que la ciudad entera estaba pintada como si fuera un cuadro impresionista.
Uno pierde por momentos la idea de hallarse en un convento cuando repara en esos farolillos encantadores encendidos en callejuelas que podrían muy bien ser las de un pueblo andaluz.
Antes de que mis pasos descubran la belleza de la Plaza de armas me recreo unos minutos en los miradores de Carmen Alto y Yanahuara. En el primero ya quiero pedirle cita y hora a los volcanes Chachani o “vestida de blanco”, el Pichu Pichu y el Misty, que en lengua quechua vendría a ser algo así como “Señor, Caballero”.
Está muy bien preparada la terraza cubierta sobre el río Chili para rendirle pleitesía a estos colosos picudos, todos ellos sobrepasando los 5000 metros de altura. La ciudad blanca del eterno cielo azul tiene habitualmente una temperatura agradable y está muy restaurada a causa de la frecuencia sísmica. El origen de esta denominación, “blanca”, podría tener su origen en los primeros pobladores de Arequipa, las primeras familias colonias, cuyas pieles eran precisamente blancas, aún desacostumbradas a los “tuestes” solares. Sigue la misma disposición el mirador de Yanahuara, arcos y piedra sillar en la preciosa parroquia o iglesia de Yanahuara, construida con piedra volcánica, una maravilla de estética rugosa, rimbombante, abigarrado barroco y profuso en detalles ornamentales. El estilo es mestizo, pues aúna figuras de indígenas y colonizadores en sus figuras cinceladas, figuras florales, vegetales, mazorcas, ángeles y que rodean o circuyen a San Juan Bautista, a Santo Domingo y San Francisco en esa portada de la fachada tan excelsa.
La Plaza de armas me sale al encuentro. Animación, turistas, el corazón y los pulmones de Arequipa exudando estilo arquitectónico neoclásico en la magnífica catedral y monumentos anexos. El interior de la catedral es diáfano y espacioso, una bella conjunción de molduras blancas y barroco. Este es el eje central donde no cesan de rotar las ruletas monetarias de los restaurantes, locales, tiendas. Algunos prefierensimplemente estudiar los monumentos, como la iglesia de la Compañía de Jesús, máxima expresión del barroco mestizo en Latinoamérica. Es una maravilla el “dispendio” barroco del interior, sin reparar en detalles rococó churrigueresco, o sea, propio del estilo creado por el arquitecto español José Benito de Churriguera.