Revista Cultura y Ocio

Argamasilla de Alba o la sombra de una lanza

Por Antoniobellon @sabersabores

Argamasilla es un pueblo atravesado por tres lanzas. Dos tienen el brillo líquido y espejeante de las aguas del Guadiana, que por aquí bajan limpias desde sus remansos de Ruidera. Son dos cauces que tienen nombres pomposos: el Canal del Gran Prior y el Malecón de Santiago, nombres altos, sonoros y significativos, de esos que tanto gustaban a don Quijote. Dos cauces en los que el padre de los ríos manchegos se divide tras abandonar el embalse de Peñarroya, a los pies de cuya virgen sus aguas caprichosas aprendieron las cuatro dimensiones del milagro.
La otra es una lanza forjada con el metal de las ficciones, y no es sino aquella con la que a Cervantes se le ocurrió armar a su buen caballero.

Paseando por Argamasilla de Alba. Autora, María Teresa Moya Díaz Pintado

Paseando por Argamasilla de Alba. Autora, María Teresa Moya Díaz Pintado

Con esas tres lanzas, una de acero y dos de agua, Argamasilla ha ido ganando, a contratiempo, grandes batallas. Pero es la lanza de don Quijote la que mejor define la propia identidad del pueblo, una identidad cimentada sobre un territorio frágil y movedizo que se encuentra a mitad de camino entre la realidad, la historia y la leyenda. Por eso, como señas de su triple identidad, el escudo heráldico del pueblo, además de la cruz de Malta y los quince escaques de un tablero de ajedrez, ostenta orgullosamente la espada y la lanza de don Quijote, cruzadas sobre la famosa bacía que el buen caballero creyó yelmo de Mambrino.
El suelo sobre el que se asienta Argamasilla de Alba es tan inestable y mágico como el propio río que la atraviesa. Sus cimientos son de cristal, de una líquida transparencia azul turquesa, que es el color del agua embalsada en Peñarroya. Y esos cimientos son también de papel, un material muy leve pero que es a veces más resistente que el hormigón armado, pues se trata del papel de esas páginas en las que fue escrita la historia más ingeniosa y peregrina jamás contada. Las páginas de aquel libro inmortal permanecen simbólica y perennemente abiertas en una de las cuatro estatuas que Cayetano Hilario dejó esculpidas en la plaza, como cuatro columnas que parecen apuntalar en piedra la arquitectura de la quimera.

Castillo de Peñarroya. Autor, Michel Hernández

Castillo de Peñarroya. Autor, Michel Hernández

Tampoco Cervantes quiso acordarse del nombre de este pueblo y por eso, desde entonces, algunos otros pueblos no paran de disputarse la cuna quijotesca, pero esa primera frase de la novela sirvió a Argamasilla para fundar sobre ella su identidad olvidadiza, su equívoca leyenda. De la misma leyenda forma parte también la Casa del Bachiller Sansón Carrasco, hoy ya demolida, como un signo más de que la memoria de este pueblo está condenada a desmoronarse para renacer de nuevo de entre sus escombros.
Otro tanto sucede con la Rebotica, donde se reunían los renombrados Académicos, y desde hace unos días abierta de nuevo para disfrute de curiosos y visitantes.
La casa que fue del Bachiller y la Rebotica son dos claras señales de un pasado que sucumbió, y cuyo recuerdo permanece a la espera de ser restaurado. Son como la memoria clausurada de un pueblo siempre indeciso entre las glorias del ayer y las incertidumbres del mañana; un pueblo con un pie puesto siempre en la ficción y otro en la realidad.

Miguel de Cervantes. Autor, Karppanta

Miguel de Cervantes. Autor, Karppanta

Tal vez por esa indecisión natural de su carácter, que le hizo mantenerse siempre al borde de todo, a Argamasilla se le quedó su iglesia, su templo inconcluso, por razones aún no del todo explicadas. La parte conocida como “el descubierto” quedó, desde hace cuatro siglos, como extraño testimonio de las cuentas que el pueblo tiene pendientes con su propio pasado y con su propio destino. Fue capaz de canalizar las díscolas aguas del Guadiana, sin embargo no cerró con bóvedas la mitad de su templo, y desde entonces el alma de Argamasilla se quedó un poco a la intemperie.
Pero una vez más el pueblo recurrió a la leyenda para apuntalar sobre ella sus mitos, sus razones y sus sinrazones más quijotescas. Uno de esos mitos locales, el cuadro que hay en una de las capillas de la iglesia, sirvió a Cervantes –según se dice- como inspiración para el protagonista de su novela. En él aparecen, entre otras figuras, la de don Rodrigo Pacheco, al que, según reza la inscripción, se le apareció la Virgen de Illescas “estando malo de una enfermedad gravísima, desamparado de los médicos, víspera de San Mateo del año 1601…”. En la turbia y enajenada mirada de ese caballero, con quien al parecer tuvo ciertas desavenencias, se inspiró Cervantes para concebir la locura de su don Quijote.

Vista de la iglesia de San Juan Bautista. Autor, Karppanta

Vista de la iglesia de San Juan Bautista. Autor, Karppanta

Argamasilla es un pueblo traspasado por tres lanzas, dos de las cuales tienen la fragilidad del vidrio y en ellas se oye el rumor de los saltos trapecistas a los que el loco Guadiana se atreve en Ruidera. La otra lanza nació tal vez de entre las sombras de la Cueva de Medrano y, desde allí, continúa proyectando sobre el mundo la ardiente luz de su quimera.

Ventana en la Cueva de Medrano. Autor, Jarcor2012

Ventana en la Cueva de Medrano. Autor, Jarcor2012

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Si queréis conocer todos los secretos de Argamasilla, os proponemos vivir esta experiencia: Entre Quesos y Quijotes en Argamasilla de Alba
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Fotografía de portada: Pantano de Peñarroya. Lagunas de Ruidera. Autora, Marian Rodríguez
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Bibliografía:

- ’La fortaleza de Peñarroya. Historia, Arte y Arqueología de un castillo-santuario’. Luis Benítez de Lugo Enrich, Pilar Molina Chamizo y Honorio J. Álvarez García. Ed.Asociación Alto Guadiana Mancha

- Catálogo monumental artístico-histórico de la provincia de Ciudad – Real. Bernardo Portuondo. Ed. Biblioteca de autores manchegos. Dip. de Ciudad – Real

- ‘Más allá de la llanura’. Pedro A. González Moreno. Ed. Biblioteca de autores manchegos. Dip. de Ciudad – Real


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