Más allá del Bicentenario celebrado en 2010, cada 25 de mayo algunos argentinos reflexionamos al menos un ratito sobre la Historia que nos contaron y sobre la construcción de nuestra identidad nacional. A tono con este esfuerzo de memoria colectiva, Espectadores comparte la siguiente entrega de la serie Traveltalks que James FritzPatricks produjo entre los años ’30 y ’50 para MGM, Paramount y Warner Bros (más información, aquí).
Romantic Argentina se llama esta pieza filmada en 1932 y probablemente proyectada en las salas norteamericanas antes de alguna película principal. Al título le falta originalidad (FritzPatricks también produjo Romantic Riviera, Romantic Nevada, Charming Ceylon y Exotic Mexico entre otros ítems turísticos) pero sin dudas revela la impronta editorial aplicada al mini-documental.
Este retrato de “uno de los países más ricos del mundo”, cuyo potencial “debe haber presentido Pedrou de Mendoza”, excluye toda referencia al contexto de rodaje. De hecho, la voz en off nada dice sobre aquel presente que hoy identificamos como “década infame” y primer referente de un derrotero intercalado por golpes de Estado y restauraciones democráticas breves.
En 1932 nuestros abuelos consentían, toleraban o resistían un gobierno afecto a la proscripción, al fraude electoral (“patriótico”, perdón) y a la represión estatal ilegal. De hecho, al entonces saliente Presidente José Félix Uriburu le debemos la ocurrencia de crear una fuerza policial especializada en torturar opositores y en sistematizar el uso de la picana eléctrica.
También en 1932 nuestros antepasados enfrentaban los últimos coletazos de la gran depresión. Es probable que la lucha diaria los distrajera de los rumores de corrupción que en poco tiempo obtendrían atención mediática gracias a las denuncias públicas del senador Lisandro de la Torre.
Ajena a esta realidad, Romantic Argentina reduce nuestro país, primero, a asépticas postales de la ciudad de Buenos Aires: de la costanera y la fuente de Lola Mora (en honor a un Río de la Plata “tan ancho que parece un mar”), del Monumento a los Españoles, de la Plaza de Mayo con la Casa Rosada en el extremo ribereño, de la calle Florida, de un agente de tránsito (mientras la voz en off contabiliza “una población de dos millones de habitantes”), de un porteño que toma un vaso de leche recién ordeñada.
[Nota mental: la imagen de la vaca nunca falta, aún en pleno medio urbano].
En el hipódromo de Palermo, las cámaras les prestan especial atención a los hombres que concurren ¡en saco de piyama! y a las mujeres que lucen la “belleza típica de las argentinas”. A metros del predio, también registran la enorme cantidad de palomas y un tal Benito que las pinta.
Disociada de la capital, la Argentina romántica se acota aún más. La representan el Tigre (en una de las pequeñas embarcaciones un hombre toca alegremente un bandoneón) y los “gauchous” que alternan pasos de ¿chacarera? y malambo, y que toman “matei” en cuanto dejan de bailar.
A casi ochenta años de la producción de este Traveltalk, reconocemos la Argentina que no sólo FritzPatricks recortó, y que aún hoy asoma en discursos desconectados de nuestra historia y nuestra actualidad. De hecho, algunos compatriotas añoran esta versión de país próspero (o reducido a la prosperidad de la pampa húmeda, incluida la Ciudad de Buenos Aires) y libre de todo conflicto político, económico, social. Como si realmente hubiera existido, como si se tratara de un tesoro perdido que podemos recuperar.
————————————————
PD. ¡Gracias, Ceci, por el dato!