Un gran número de jugadores que emigran a las frías tierras de Rusia para continuar sus carreras generalmente quedan en el olvido de los hinchas argentinos. Y en muchos casos, no logran adaptarse al cambio brusco que representa vivir en el país más extenso del mundo. Héctor Bracamonte no logró escapar de esa regla y por ello MuyFútbol lo eligió como el Exiliado de la semana.
A pesar de ser un hombre que siempre se caracterizó por festejar tantos, sus primeros pasos en el reconocido club Renato Cesarini consistieron defender los tres palos de su escuadra. Calzarse los guantes y arruinar la fiesta del gol, sin embargo, no era lo que más le llamaba la atención al cordobés de Río Cuarto, que en Estudiantes de su ciudad natal apareció como una interesante referencia de ataque.
El tiempo lo llevó a las filas de Boca Juniors, donde debutó en la Primera División del fútbol argentino el 12 de mayo de 1998, cuando el cuadro de Carlos María García Cambón se impuso a Racing Club por 2-0. Las esperanzas depositadas en él se desvanecieron paulatinamente y la continuidad le fue esquiva. Por ello deambuló en Los Andes y Badajoz, de España, hasta que en 2002 regresó a la entidad azul y amarilla para ser uno de las variantes ofensivas del Maestro Oscar Tabárez, quien por entonces manejaba los hilos del primer equipo.
"Braca" gritando un gol para Boca ante Independiente
Fanático de la música y criado en una familia que vive en dicho ambiente, admite que no puede pasar un minuto de su vida sin disfrutar una melodía o tocar algún instrumento. De hecho, su ex compañero Fernando Cavenaghi se encargó de convencerlo para que grabe su propio disco de estudio. “Quiero ponerme mi bar, con un escenario, música en vivo y fernet para todos”, añade haciendo honor a su sangre cordobesa.
Más allá de los goles convertidos y el cariño brindado por un sector de hinchas (de hecho, recibió el apodo ‘Bracagol’), el ariete decidió retornar al Viejo Continente un año después de haber arribado al Xeneize. En su segunda experiencia del otro lado del océano Atlántico, la primera camiseta que vistió fue la del FC Moscu. Allí alcanzó su pico de rendimiento al gritar 36 veces en 145 presentaciones oficiales.
“Me adapté bien a Rusia. Quizá que por mi forma de ser y pensar aguanto cosas que otros no. Si hasta llegué a jugar con 16 grados bajo cero en Moscú… Cuando entré a la cancha pedía la hora a los cinco minutos. Nos juntamos bastante con futbolistas amigos, a jugar al póquer, a comer un asadito, mirar fútbol o simplemente conversar. Mantenemos mucho nuestras costumbres latinas”, comenta el artillero.
Su carrera se extendió en el club capitalino hasta 2009, momento en el que firmó contrato con Terek Grozni, una humilde entidad de Chechenia, región signada históricamente por guerra, tristeza y muerte. En ese club ocupó un doble papel que habitualmente no se observa en el mundo del fútbol: al mismo tiempo, fue jugador y ayudante de campo del entrenador Isa Baitiev, tras la renuncia del holandés Ruud Gullit a la conducción del plantel.
Hoy, Héctor Bracamonte integra la plantilla del FC Rostov. Hombre de sueños y amante de su familia, sabe que su objetivo al momento de regresar al fútbol argentino es conquistar un título local. De todas formas, admite que si tuviera la oportunidad de volver a elegir un país donde jugar y vivir, lo haría “definitivamente por Rusia”.
Declaraciones vía: La Nación y Día a Día.
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