Con un Ben Affleck al que le permitimos ser el actor principal de su película (porque tampoco tiene un papel en el que se juegue demasiado sus dotes interpretativas) "Argo" nos cuenta la historia de cómo la CIA montó el rodaje de una falsa película de ciencia ficción para sacar de Teherán a seis americanos que se escondían en la casa del embajador de Canadá tras escapar del asalto a la Embajada Estadounidense.
No contiene explosiones, ni litros de sangre, ni un malo con nombre y apellido que resucita por mucho que se le remate, incluso todo el mundo, si le apetece, puede conocer el desenlace antes de entrar en la sala... Pero sin embargo, los músculos se tensan, la respiración queda en suspenso y, cuando nos acercamos al final y viene el típico despliegue hollywoodiense de "aquí se te ha ido un poco de las manos", la butaca se hace más acolchadita y dan ganas de aplaudir. Quiere decir que la tensión en "Argo" está muy bien creada y mantenida, y eso que el papeleo les cuesta menos que a mí, y que los que hayan puesto a disposición sus cerebros para el montaje y su banda sonora se merecen ser recordados.
¿Se convertirá Affleck en un Eastwood de la vida y se alzará algún día con un Oscar a la mejor dirección? Puede, si lo sigue intentando de esta manera.