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Aristóteles Jones

Por Illegalreturn
Aristóteles Jones



Jerry Jones nunca leyó a Aristóteles. De otro modo hubiera sido consciente del aforismo, profético en su caso, respecto a la condición del hombre "esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios". El pésimo rendimiento del equipo, acumulando una sola victoria por siete derrotas -sí, han leído bien, siete-, ha desembocado en la destitución del hasta ahora head coach de los Cowboys. La decisión no tendría nada de sorprendente sino fuera porque el finiquito le llega a Wade Phillips pocos días después de que el propio Jones declarara a los medios de comunicación que "Wade Phillips será head coach hasta acabar la temporada".
Estoy de acuerdo en que Jerry Jones es uno de los "personajes" que conforman este circo de la NFL. Sí, él fue el responsable directo del hiriente despido de Tom Landry. También podríamos recriminarle su papel en el no menos polémico affaire entre T.O. y Bill Parcells, resuelto con la salida del club del preparador de Englewood. Pero también es el presidente que, sabiéndose la franquícia con más potencial económico de la competición, ha confiado hasta el extremo en un técnico que ha acabado por quemarse. Dimes y diretes, verdes o maduras, galgos o podencos, a estas alturas el interrogante que me planteo es: ¿en esa situación, qué hubiéramos hecho nosotros?.
Aristóteles JonesLa continuidad de Wade al finalizar la temporada estaba garantizada. Tras registrar un buen 11-5, había conducido al equipo hasta los playoff cayendo, a las primeras de cambio, contra el equipo revelación -Minnesotta Vikings- por 3-34. La abultada derrota no afectó al proyecto deportivo: el equipo había superado momentos difíciles durante la regular season y parecía que aspirar a metas mayores sería algo al alcance de la mano. Para ello bastaría con una serie de ajustes, algunos buenos movimientos en el mercado y una pizca de suerte en el draft. Ahí están las previas de la temporada publicadas en blogs, webs, revistas y periódicos: los Dallas Cowboys eran uno de los aspirantes más serios al título.
Pero ya desde un principio los aficionados locales contemplaron el futuro con preocupación. Las primeras dos derrotas consecutivas frente a Redskins y Bears situaron el interés mediático en Dallas, pero lo ajustado del marcador (6 y 7 puntos) hizo pensar que el despegue era cuestión de engrasar la maquinaria. Tras la primera, única y edificante victoria del equipo frente a los Texans y una oportuna semana de Bye, los chicos de Romo retornaban a la competición, mediado Octubre, con las pilas recargadas. De ahí, a la hecatombe. Yo situaría precisamente el punto de rupturo en ese siguiente partido, en casa y contra los Titans. Allí se vió, ante la desesperación de sus aficionados, lo mejor y lo peor de los Cowboys. Graves errores, rigurosas apreciaciones arbitrales y demasiadas penalizaciones propiciaron que los de Tennessee cobraran una ventaja que se aventuraba definitiva, catorce puntos de ventaja no era una distancia definitiva pero sí importante. Aún así los locales no solo consiguieron empatar, sino que lograron ponerse por delante. Pero Wade no había enviado a sus hombres a luchar contra los elementos y la No Fan League impuso sus normas para anular un touchdown que podía haber sido definitivo. Y de ahí al definitivo 34-27, nuevamente por causas achacables a la franquicia, hubo solo un paso.
A partir de ese momento la desconexión del equipo fue ya evidente y la escuadra se dejó ir, simplemente fue así. Phillips se mostraba impotente para cambiar de rumbo, intentando hallar respuestas a unas preguntas que ni siquiera era capaz de plantear. Prueba de ello fue afirmar, por ejemplo, que lo que hacía falta era volver a practicar los movimientos básicos de placaje, pase, etcétera... aún cuando parecía evidente que con la simple aplicación de severas medidas disciplinarias hubieran podido erradicar tanta estupidez jamás vista sobre ningún terreno de juego. Al mismo tiempo, eran los jugadores quienes se seguían condenando, partido tras partido; demasiados errores, demasiados despistes, demasiada falta de tensión competitiva y algún indisimulado caso de pasotismo integral. Running backs sin dinamita, wide receivers sin chispa, una defensa demasiado blanda y un quarterback que acabó, dos semanas más tarde, con la clavícula fracturada. Ante tal panorama, ni siquiera un Romo en plenitud de condiciones hubiera podido detener la hemorragia.
Aristóteles Jones
En estas condiciones y viendo la cara de solemne bobalicón con la que Wade Phillips contemplaba el error garrafal de Dez Bryant en la recepción de un punt o la intercepción para touchdown de Kitna, sed sinceros, ¿no hubierais ametrallado a todo el equipo desde la zona VIP del Lambeau Field?.

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