Arrepentimiento y perdón
Iñaki Rekarte en la Cadena Ser. Foto: http://www.cadenaser.com
El sábado pasado, durante el encuentro que mantuve en la librería Espai Literari con varios lectores críticos de El viaje de Pau, uno de los asistentes me hizo una pregunta de las que te hacen reflexionar durante un buen rato. Era un hombre mayor. No había leído mi libro, pero al ver el cartel del acto en la librería le llamó la atención y entró. Nos contó que le gustaba escribir, pero sobre todo pintar, y que solía frecuentar todo tipo de actos culturales, especialmente exposiciones pictóricas. Se notaba que era una persona inquieta, culta, reflexiva. Bien, me preguntó si yo creía que existía alguna corriente humanística capaz de superar las diferencias entre las personas, una corriente capaz de poner de acuerdo a las posiciones enfrentadas, que haga posible aceptar la diferencia.
Reconozco que me sentí algo abrumado, pues pidiendo mi opinión me estaba otorgando una especie de representatividad de la que, desde luego, carezco por completo. En cualquier caso respondí. Creo que sí, que hay ideologías que apuestan por la conciliación, que consideran que la diferencia, lejos de ser fuente de conflicto, es una oportunidad de enriquecimiento humano. Siempre he pensado que cuando dos personas desconocidas se encuentran, sin saber nada la una de la otra, si se ponen a hablar de lo que sea, sin prejuicios y sin injerencias externas, por muy distintas que sean sus opiniones, lo más normal es que acaben llevándose bien. El problema es cuando interviene la contaminación externa. Este mismo experimento en grupo sería un desastre.
Así que aunque crea que las personas están predispuestas a entenderse la realidad es que es muy improbable que tal cosa ocurra a nivel colectivo. La actual “democracia” en la que vivimos secuestrados precisamente fomenta todo lo contrario: el rechazo a la diferencia, el cierre de filas en torno al clan al que uno pertenece, la desconfianza hacia quien piensa distinto… No creo que haga falta poner ejemplos.
Sí que voy a poner uno que demuestra que cualquier diferencia es superable. Difícilmente encontraría uno mejor. Y me voy a meter en un tema muy sensible, en el que resulta muy complicado mantener la cabeza fría: el terrorismo de ETA. ETA, como cualquier otro grupo terrorista, sería el ejemplo paradigmático de la intolerancia, del cierre en banda al entendimiento, del rechazo absoluto a cualquier corriente humanística. Sin embargo, no necesariamente todas las personas que han formado parte de un grupo terrorista son monstruos. Yo creo que todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad. Es una idea que teóricamente cualquiera podría defender, sobre todo si uno no ha sufrido la barbarie en primera persona, como afortunadamente es mi caso.
En la respuesta que di el sábado utilicé precisamente el ejemplo de ETA… No, lo propio sería hablar del ejemplo de las víctimas de ETA. Me explico. Los presos de la banda terrorista tienen la oportunidad de reintegrarse en la sociedad si renuncian expresamente a ella, rechazan la violencia y piden perdón a las víctimas. A este proceso se le denomina Vía Nanclares porque quienes se acogen a él son trasladados a la cárcel de Nanclares de Oca, ubicada en Álava, es decir, cerca de sus familiares.
Y ahora explico por qué he decidido escribir este post. Ayer tuve la suerte de escuchar la entrevista que Pepa Bueno hizo en el programa ‘Hoy por hoy’ de la Cadena SER al ex preso de ETA Iñaki Rekarte, uno de los que han cortado cualquier lazo con la banda y su entorno y que actualmente vive en un pueblo de Navarra, donde regenta un bar. Escuchadla, por favor, porque es un documento brutal.
Rekarte, que participó en 1992 en un atentado que mató a tres personas, tras acogerse a la Vía Nanclares se entrevistó con la viuda de una víctima de ETA. En la entrevista habla de ese encuentro, y preguntado por qué aprendió de su interlocutora responde: “que hay que ser buena persona y que hay que tener mucha empatía con los demás”. Me resulta muy difícil imaginar que el familiar de una víctima de ETA pueda perdonar a sus verdugos. Pero los hay. “Siempre se puede perdonar” es la conclusión a la que llega Rekarte, que explica que se dio cuenta de que la violencia no llevaba a ninguna parte cuando fue padre. Actualmente tiene dos hijos, y el mayor, de seis años, ya le pregunta si él mató a policías. ¿Cómo se le explica a un niño que fuiste un asesino?
Hay que decir que los presos de ETA que optan por la vía de la reconciliación son “borrados” por la organización y a menudo rechazados por su entorno vecinal. Se les considera traidores a la causa. “Si haces mal la vida conspira para hacerte mal”, concluye Rekarte.
Iñaki Rekarte ya había hablado anteriormente de su renuncia a ETA y su encuentro con una víctima. Lo hizo en televisión, en un fantástico documental que emitió hace justo dos años el programa ’30 minuts’ de TV3, titulado ‘El perdó’. Os dejo con él. ¿Es concebible un mayor gesto de humanismo que el de esas víctimas del terrorismo que acceden a entrevistarse con etarras y que incluso son capaces de perdonar? Si una diferencia tan abismal se puede superar ¿por qué no tomamos ejemplo?
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