El siguiente texto lo escribí hace 23 años (es decir, cuando tenía 26) para el catálogo de la exposición que realicé en la sala Eloy Gonzalo de Caja Madrid en 1991. Este texto y los cuadros que presenté en la exposición, marcaron el inicio del silencio con que he sido agasajado. Solo por eso ya merece la pena compartirlo aquí. ARTE O NEGOCIO Tratar de explicar lo que es el arte parece, cuando menos, difícil. La mejor forma de llagar a entenderlo es acercándose a la obra, es ella y nadie más la que nos revela sus secretos, ni siquiera el propio artista consigue hacerlo porque desde el momento en que este la termina deja de pertenecerle. La obra tiene ya vida propia, habla por sí misma y no necesita de nadie para hacerse entender. Convendría, sin embargo, aclarar en la medida de lo posible, en qué circunstancias se desarrollan hoy en día el arte y los artistas. Pinta lo que quieras con tal de que no digas absolutamente nada. Este es el primer requisito que han de cumplir todos aquellos que pretendan hacerse un hueco en el panorama artístico actual. Además, claro está, de tener dinero, amigos —a ser posible bien colocados— ser obediente y estar dispuesto a regalar alguna que otra obra.
La calidad importa poco. Aquí se vende lo que sea. El tamaño, en cambio, es importante, de él depende en gran medida el precio de la obra. De ahí que ahora se pinten cuadros grandes, lo que no quiere decir, ni mucho menos, grandes cuadros. Tampoco es del todo imprescindible ser artista, basta con echarle cara. El artista no tiene ya nada que decir, al estar él y su arte sujetos al mercado y en manos de los que con sus gustos e ideas estéticas lo manejan. De este modo y teniendo en cuenta que lo que mueve a estos no es un sentimiento de respeto, admiración y amor por el arte y los artistas —como tantas veces les hemos oído manifestar—, sino que lo que realmente les motiva son los beneficios, vemos, como así sucede, que la obra de arte no es valorada en función de sus propias cualidades, sino por su valor de cambio en el mercado. Este sistema acaba por anular al artista como ser creador, transformándolo en un simple productor de mercancías para dicho mercado. Parece normal, por tanto, que el arte no sea hoy en día otra cosa que una "prestigiosa" manera de enriquecerse.. El arte como excusa, el arte convertido en fábrica de dinero. Por otra parte, los que manejan el mundo de la cultura, no han destacado —y la historia está llena de ejemplos— precisamente por su olfato a la hora de descubrir dónde se hallaba el talento. No solo porque nunca han ido a buscarlo, sino que ni aún teniéndolo delante lo han sabido reconocer. Los artistas han tenido que sufrir años de privaciones y en muchos casos hasta morirse, para que fuesen reconocidos talentos que hoy dan por sentado que siempre lo fueron. Todos sabemos que vale más artista muerto que artista vivo. Ahora bien, no nos deben de extrañar ni los innumerables desatinos que han tenido ni el retraso que históricamente arrastran con respecto a la creación artística. Son elementos que aparecen después de que el hecho artístico se haya dado. No intervienen en el proceso creativo y su criterio no es determinante ni para la obra ni para el artista. No podía ser de otro modo con tan desafortunado historial. Y lo más bochornoso, no es su incapacidad para entender a los artistas, es, ante todo, que sean precisamente ellos los que manejan el mundo de la cultura. En cuanto a los artistas, el panorama es, si cabe, más deprimente. Basta que nos demos una vuelta por las exposiciones para darnos cuenta que los artistas, como antes se ha dicho, no tienen ya nada que decir. El artista ha sucumbido ante las expectativas que el mercado le abre. Así, deslumbrado por las posibilidades de un rápido triunfo y cegado por las altas cotizaciones que están alcanzando las "obras de arte", se limita a producir obras destinadas a ese mercado. De este modo, si dejamos el arte reducido a mercancía, estamos negando el arte en su misma esencia. Es cierto que el artista necesita ganar dinero para poder crear y poder vivir, pero no es por dinero por lo que crea. Lo hace por la necesidad interior que tiene de expresarse. Pero a esa expresión hay que darle un contenido. El artista está inmerso en una realidad, su condición de creador le permite representarla y transformarla, por lo que no puede permanecer ajeno a ella. Tiene que tomar partido. Que sus obras se rebelen contra la injusticia, que muestren la irracionalidad de un mundo deshumanizado en el que el dinero es motor y fin. Que transmitan sentimientos y emociones, pero también ideas. Que cumplan una función social. En definitiva, que sean expresión de su tiempo. El arte es un arma y como tal ha de utilizarse. He considerado más oportuno, en lugar del tan traído currículum que nada refleja, mostrar, aunque de manera breve, mi punto de vista sobre cuestiones que atañen al mundo del arte, porque creo que servirá para un mejor entendimiento del sentido que le doy a mi trabajo. © Rafa Chevira