El entorno físico que circunscribe las áreas creativas del ser humano pueden tener un carácter restringido, ya que en nuestras percepciones, proyectamos una serie de condicionantes y esquemas socio culturales, emitimos juicios y calificaciones reflejando lo que sabemos, en definitiva, realizamos una actividad interpretadora propia para cada momento y de cada individuo.
Dicha actividad, ayuda a organizar el material sensorial captado recurriendo a la natural tendencia del hombre a poner y exigir un orden en las cosas, buscando una coherencia que le permita la comunicación.
Por tanto, tal comunicación, depende en buena parte del orden, pero cuando interviene Arte, su función, estructura y estética, establece una relación sin límites, siendo acorde a la actividad, en sí misma, de la inteligencia creadora del sujeto.
Distribuimos los elementos del espacio atribuyéndolos uno a uno la posición y la importancia relativa equivalente a componer espacialmente y, con ello, transmitir un mensaje.
Arte libera su acción creadora utilizando los principios de la composición que actúan en estrecha correspondencia con las leyes perceptivas básicas presentes en nuestra vida. Esto es, cuando miramos, otorgamos a los objetos formas concretas, realizamos una labor de unificación y significación a partir de datos desorganizados que en esa inclinación de encontrar el orden y significado, nos asiste e impulsa a ser más conscientes enriqueciéndonos en las posibilidades de comunicación y el sentido crítico que presentemos ante el terreno pisado.