Sed Tengo (1612 - 1616), de Gregorio Fernández
Museo Nacional de Escultura (Valladolid)
Fotografía: Rodelar - Fuente
Sólo el artecontemporáneo ha desbordado el ámbito de las temáticas escogidas por elartista. La forma de entender el arte cambió radicalmente en los albores delsiglo XIX, transformación que llegó a su punto culminante, a principios delsiglo XX, con la obra de Picasso. A partir de entonces, todo podía ser arte.Sin embargo, en los siglos anteriores, el artista recurría a temas manidos,sujetos a una paleta restringida, muchas veces impuesta por el mecenas de turnocorrespondiente. Desde sus orígenes, arte y religión han convividoestrechamente. La religión fue consciente de la utilidad del arte como medio deexpresión. Uno de los momentos más espectaculares de este binomio se dio en laEspaña del siglo XVII, especialmente en el campo de la escultura. Losescultores españoles del XVII veían su clientela restringida al ámbitoreligioso. Y, en consecuencia, su arte fue ante todo religioso.
Sed tengo, deGregorio Fernández
Detalle del paso procesional
Fotografía: Porquenopuedo - Fuente
Este paso fue encargado al escultor GregorioFernández (Sarriá, 1576 – Valladolid, 1636) entre los años 1612 y 1616 para elgremio de pasamaneros de la ciudad. quienes lo donarían a la cofradía de Jesúsel Nazareno y acabaría siendo actualmente custodiado, tras sobrevivir a laDesamortización eclesiástica del siglo XVII, en el Museo Nacional de Escultura deValladolid.
Se trata, sin duda, de uno de los grupos procesionalesque más conmueven al espectador por su alta calidad artística tanto en lacomposición como en las anatomías y gestos de los personajes representados enél.
Retrato de Gregorio Fernández (c.1630)
de Diego Valentín Díaz
Fotografía: J.M. Benito - Álvarez - Fuente
Tallado en madera, policromado y conaplicaciones de vidrio en los ojos de los personajes es el primer paso de unaserie que realizaría Gregorio Fernández para la ciudad de Valladolid,situándose entre las obras más logradas del imaginero, donde a la perfección delos estudios anatómicos de los personajes y la armonía de los grupos que componenla obra se une el tratamiento sicológico de cada figura llegando los sayones auna deformación grotesca que en nada envidian a los pintados por el flamencoHieronymus Bosch, en España conocido como el Bosco, un siglo antes.Expresividad que conmueve al espectador que visita el museo vallisoletano y quese ve aumentada cuando cada primavera el escenario cambia de la sala de exposición a las calles donde en lasobriedad de las procesiones y acompañado del silencio sólo interrumpido porlas cornetas y tambores la expresividad y emotividad de la obra de GregorioFernández conmueve aún más si cabe al espectador habitual tanto como alocasional.
Pilar C. Garrido Barba