No hace mucho me recomendaron el trabajo de Sebastián Boesmi, coincidiendo con su participación en una colectiva dentro del KKKB barcelonés que, a mi parecer, ha sido una de las exposiciones más frescas de lo que llevamos de 2012 –teniendo en cuenta que el “curso escolar” está a punto de acabar–. Y si Sebastián aprobó con buena nota en el trabajo colectivo, en lo individual su producción llama la misma atención y encandila con sus composiciones de múltiples elementos y línea veloz, espontánea e indomable. Pero que sus lienzos apunten a una amalgama visual no quiere decir que con ello se sacrifique el detalle, que también abunda y colabora con el color, que pasa de un pop inocente a las densidades cromáticas del expresionismo dependiendo del momento. En resumen, una producción donde no falta variedad técnica y estética y en la que se puede identificar una iconografía recurrente y viable en cualquier formato.